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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              con la intuición de que únicamente en la silenciosa coordinación de
              todas las fuerzas, a las órdenes estaría”.
                 Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo deviene más beligerante,
              más combativo, más intransigente. La oposición liberal y democrática lo
              ha devuelto a sus orígenes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que
              antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en
              toda su integridad. Esto explica el interés que, como experiencia histó-
              rica, tiene para sus contemporáneos la batalla fascista.
                 El  fascismo,  que  durante  dos  años  se  había  contentado  casi  con
              representar en el poder el papel de gendarme del capitalismo, pretende
              hoy reformar sustancialmente el Estatuto de Italia. Se propone, según
              sus líderes y su prensa, crear el Estado fascista. Insertar la revolución
              fascista en la Constitución italiana. Una comisión de dieciocho legisla-
              dores fascistas, presidida por el filósofo Giovanni Gentile, prepara esta
              reforma constitucional. Farinacci, líder del extremismo fascista, llamado
              en esta emergencia a la secretaría general del partido, declara que el
              fascismo “ha perdido dos años y medio en el poder”. Ahora, liberado de
              la pesada alianza de los liberales, purgado de los residuos de la vieja
              política, se propone recuperar el tiempo perdido. Todos los capitanes
              del fascismo hablan un lenguaje más exaltado y místico que nunca. El
              fascismo quiere ser una religión. Giovanni Gentile en un ensayo sobre
              los  “caracteres religiosos de la presente lucha política”, observa que “hoy
              se rompen, en Italia, a causa del fascismo, aquellos que parecían hasta
              ayer los más sólidos vínculos personales de amistad y de familia”. Y de
              esta guerra, el filósofo del idealismo no se duele. El filósofo del idealismo
              es, desde hace algún tiempo, el filósofo de la violencia. Recuerda, en su
              ensayo, las palabras de Jesucristo: Non veni pacem mittere, sed gladium.
              Ignem veni mittere in terram. 120  Y remarca, a propósito de la cuestión
              moral, que “esta tonalidad religiosa de la psicología fascista ha generado
              la misma tonalidad en la psicología antifascista”.
                 Giovanni Gentile, poseído de la fiebre de su facción, exagera cier-
              tamente. En el Aventino no ha prendido aún la llama religiosa. Menos
              aún ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Giolitti y el Aventino

              120   No vine a traer paz, sino guerra. Vine a poner fuego sobre la tierra.


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