Page 358 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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358  Rafael Ramón Castellanos



             lombianas al mando del General Juan Illingrot se hizo patente, este Jefe tiene
             que capitular el 19 de enero de 1829, acto que desaprobó el Libertador.
               Asume Sucre el mando de todo el ejército colombiano y prepara el te-
             rreno para controlar las acciones del Mariscal José de La Mar, el cual había
             salido de El Callao con destino a Palta el 13 de septiembre de 1828 con la
             misión de tomar el mando del ejército del norte; el 28 de noviembre invade

             territorio colombiano y ocupa la ciudad de Loja el 19 de diciembre. El 18
             de enero de 1829 se le unió la División de retaguardia que venía desde Boli-
             via al mando del Mariscal Agustín Gamarra. Mas el día 28 el Mariscal Sucre
             hace gala de su hidalguía y su parsimonia, acostumbrado como estaba a
             sortear contingencias de toda índole, sabiendo que su política le había dado
             grandes beneficios y había contribuido a evitar derramamientos de sangre.
             Le escribe al Mariscal La Mar, la siguiente misiva:
                   En consecuencia de mis comunicaciones desde El Callao con el
                 Gobierno Peruano, he sido autorizado por el de Colombia para
                 entender en los negocios de esta República con la del Perú y conti-
                 nuar la guerra o establecer la paz. Aceptando este encargo he llegado
                 aquí ayer; y siguiendo el primer impulso de mi corazón de ahorrar
                 la sangre americana, próxima a derramarse en la presente campaña,
                 invierto mis oficios para evitar que los soldados que a mis órdenes
                 pelearon por la independencia, empleen sus armas para destruirse
                 recíprocamente, y dar este triunfo al enemigo común. Generoso
                 por carácter olvido mis agravios personales cuando media la causa
                 pública, y en lugar de venganzas y los estragos de la guerra, ofrezco
                 al Gobierno peruano la concordia entre los dos pueblos.
                   Presento a V. E. estos sentimientos de conciliación en el momento
                 en que atraído V. E. por los ardides del General en Jefe del Ejército
                 del Sur a nuestro territorio, se halla comprometido en una batalla,
                 cuyas probabilidades no están a su favor.
                   No es mi intento arredrar a V. E. con los peligros de que está
                 rodeada; sé que un valeroso es excitado por los riesgos mismos a
                 buscar mayor gloria; pero V. E. sabe también a cuánta costa la pro-
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