Page 346 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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346  Rafael Ramón Castellanos



             la repercusión que tendrían en las relaciones entre Colombia y el Perú. Su
             prédica es por la paz. El 10 de septiembre, a bordo de la Fragata “Porcospín”
             a la vela sobre el puerto de El Callao, le escribe al Presidente peruano Ma-
             riscal José de La Mar, ofreciéndole su influencia, su persona y sus méritos
             para mediar con Colombia. Este es un documento de tanta envergadura
             como una radiografía en donde diáfanamente destacan la fuerza anímica,
             la moral rectora y el espíritu de entendimiento que lo animaba. El texto es
             el siguiente:

               Los negociadores del gobierno boliviano ofrecieron de mi parte al Gene-
             ral del Ejército del Perú, que en mi bajada del Puerto de La Mar a Guaya-
             quil, tocaría en éste, con el objeto de ofrecer mis buenos oficios, en cuanto
             tendieran a transigir las diferencias del Gobierno Peruano con el de Colom-
             bia. Aunque los acontecimientos en aquel país variaron de tal modo que

             pudiera considerarme exonerado de mi compromiso, he creído útil cum-
             plirlo, oponiendo a los rencores personales un acto generoso; y llenando
             mi palabra, he llegado aquí desechando las ocasiones que tuve, en Cobija y
             Arica, para marchar directamente a Guayaquil.
               Ignorando el estado presente de las cosas entre Colombia y el Perú, no
             acierto a decidir si mi paso será de algún provecho, o si en las opiniones
             se juzgará bien o mal. En mi posición única, me toca mostrar con él mis

             deseos particulares por la paz entre los pueblos de América, convencido de
             que la guerra trae siempre consigo males públicos, especialmente en nues-
             tros desolados países.
                   Mi falta de conocimiento del estado actual de las relaciones entre
                 Colombia y el Perú, me deja ignorante de si los intereses o el honor
                 de alguno de los dos pueblos hacen imprescindible la guerra. Sin
                 examinar los derechos o deberes en que alguno esté para llevarla a
                 cabo, habiéndoseme acusado de que soy yo una de las causas o el
                 agente de un rompimiento, debo individualmente, hasta por mi re-
                 putación, desmentir esta calumnia, añadiendo el paso que doy a mi
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