Page 33 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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La dimension internacionaL deL Gran mariscaL de ayacucho 33
tes, lo que ya analizamos, cuando redactaba las comunicaciones del
General Santiago Mariño, debe haberse codeado de nuevo con el
Gobernador de Trinidad, sir Ralph James Woodford Baronet, el
cual desempeñará este cargo hasta 1828 y quien sostuvo correspon-
dencia diplomática y conferencias con los jefes y oficiales de la Ex-
pedición de Oriente de 1813 y luego en los años siguientes cuando
éstos ejercieron facultades de mando en las Provincias orientales,
aunque siempre quiso soslayarlos.
Vuelve pues Sucre, a Venezuela y asciende a Coronel, en tanto toman
más cuerpo las ya agrias relaciones entre el General Santiago Mariño y el
Libertador y para tan enorme dificultad él ha de ser el comedido mediador.
Pero no solamente su acción se desarrollaría a este nivel tan superior, sino
que también ha de comparecer para lograr que limen sus asperezas tan vio-
lentamente enarboladas los directores de la guerra en el Oriente.
Yes casi seguro —apunta Laureano Villanueva— que a sus insi-
nuaciones y consejos se debió que Mariño y Bermúdez viniesen en
el año 17 a salvar al Libertador en Barcelona, encerrado en aquella
plaza y desconocido por los caudillos, que no concebían aún otra
patria que la parroquia nativa y desoían los clamores del Jefe Supre-
mo, por unificar y concentrar las fuerzas de la República para dar el
frente al Ejército Expedicionario.
Tenía Sucre entonces veintidós años y por la ausencia de ambos
jefes quedó con el mando militar de la Provincia de Cumaná. Gran-
de tenía que ser el ascendiente ejercido por el joven Coronel sobre el
genio díscolo, impetuoso e intemperante de Bermúdez, que aparece
en la historia como una reencarnación de los Conquistadores, y sobre
el General Mariño, quien no quiso nunca ser otra cosa ni aspirar a
otro título que al de Libertador de Oriente, a pesar de sus eminen-
tes servicios y de sus incuestionables dotes militares. Sucre apareció
siempre como el elemento de conciliación y de paz entre aquellos dos
hombres que luchaban a brazo partido por la supremacía regional.
Y cuando el Libertador, posesionado de Guayana, castigaba en
Piar, el más encumbrado de los caudillos disidentes, el pecado en