Page 148 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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148  Rafael Ramón Castellanos



                 y montes y colinas elevadas; han cruzado esos desiertos, transidos
                 de hambre, agotados y sedientos, sufriendo la intemperie de las es-
                 taciones y prodigando su sangre por todas partes; han avanzado
                 hasta esta Capital, en donde, después de lucha sangrienta, hicieron
                 tremolar el pabellón de Colombia, con el único designio de incor-
                 porarnos a esta augusta familia.
                   Bienvenidos seáis honorables Libertadores, que nosotros, pene-
                 trados de los más vivos sentimientos de gratitud y reconocimiento,
                 aún no atinamos el modo de agradeceros y celebraros, pero yo os
                 aseguro a nombre del generoso pueblo de Quito, que estamos re-
                 sueltos a compartir con vosotros los trofeos que han sido tomados
                 de manos de la dominación anterior; sabed, a la vez, que estamos
                 resueltos a unirnos en vuestras filas y sacrificar las vidas que nos ha-
                 béis salvado, a fin de que continúen vuestras gloriosas jornadas de
                 libertad, hasta que se halle libre el último rincón de nuestras tierras,
                 que espero lo alcanzaréis con vuestro saber, con vuestra constancia,
                 con vuestro valor, con vuestro trabajo y tribulaciones y con vuestra
                 generosidad.
                   Pero señores, parece que hago traición a mi Ministerio, aficio-
                 nándoos demasiado a las cosas temporales y hablándoos con tanto
                 interés de las glorias presentes. Las Escrituras Santas nos advierten
                 que el “Poder y los más célebres bienes se desvanecen con el ruido
                 de la tierra, y que, semejando el trueno que se forma sobre nuestras
                 cabezas, de su resplandor no queda más que el humo”. La Religión
                 Santa de nuestros padres nos previene que la característica de las co-
                 sas humanas es tener una duración corta y rápida y caer en el eterno
                 olvido de donde salió; sin embargo no es incompatible con estas
                 verdades la felicidad política que nos depara la Patria, con tal de que
                 no sea el único y principal objeto de nuestros desvelos y aflicciones;
                 así pues, gloriémonos en lo más profundo de nuestros corazones
                 por los triunfos de nuestros Libertadores, colmémoslo de bendicio-
                 nes, pidamos al mismo Señor, Autor de todos los acontecimientos y
                 destinos, por la permanencia de la naciente República, por los pro-
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