Page 31 - La Campaña de Quito
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30 La Campaña de Quito (1820-1822)
Considerando difícil forzar el paso, lo que solo era posible me-
diante un ataque de frente a las alturas, Sucre quiso desbordarlas por
uno de sus flancos. Al efecto, prescribió al escuadrón Dragones formar
una cortina delante del frente enemigo a fin de cubrir el movimiento
del grueso, y con este se desvió algunos kilómetros al oriente, consi-
guiendo atravesar la quebrada por el Pantús. Una vez al otro lado, Sucre
dictó sus disposiciones para el ataque, en la presunción de que los rea-
listas continuaran manteniéndose en las alturas; pero enterado de que
estas habían sido abandonadas, cosa que efectivamente realizó Tolrá
apenas supo el pasaje de los patriotas, envió a la caballería a reconocer
Riobamba y a “provocar al enemigo al combate”, según expresión del
parte oficial.
El coronel Ibarra, comandante de la caballería, se puso en mo-
vimiento con sus escuadrones, haciendo adelantar a Granaderos que
tomó por la izquierda de la columna. Al desembocar el escuadrón de la
parte cubierta del terreno, se encontró de improviso con toda la caba-
llería realista (400 hombres) que cubría la retirada del Ejército, cuyos
últimos elementos salían de la ciudad. Los Granaderos, que sumaban
solo 96 hombres, sin reparar en el número de los contrarios у con una
audacia rayana en temeridad, se lanzaron a la carga, penetrando y des-
organizando en un momento las filas enemigas y persiguiendo a los
jinetes hasta el punto donde estaba su infantería en que fue ron recogi-
dos por esta.
El mayor Lavalle —que era el jefe del escuadrón— temiendo con
sobrada razón recibir el fuego de la infantería hizo alto, reorganizó su
tropa y por último dio media vuelta.
Pasados los primeros efectos de la sorpresa y saliendo por fin de su
estupor, los jinetes realistas se reorganizaron y a su vez el coronel Tolrá,
poniéndose a la cabeza de ellos, cargó sobre el escuadrón patriota que
desfilaba ordenadamente en columna de pelotones.
Lavalle que seguía con atención el movimiento del enemigo, dejó
avanzar a los escuadrones hasta una distancia suficiente, y entonces,
rápido como una centella y como Páez en Queseras del Medio, dio tam-
bién media vuelta, entró en batalla y ordenó la carga, siendo en este
preciso instante reforzado su movimiento por el resto de la caballería