Page 72 - Guanipa-Endenantico
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Guanipa Endenantico
Así escribía el autor de estas líneas, en esa etapa de la
vida que va de los 20 a los 30 años, con la universidad ya como
presente y el liceo como savia, impulso y llama. Todavía la
nostalgia no franqueaba nuestras puertas espirituales. Las nos-
talgias, bien nos lo decía en una charla vespertina el novelista
y amigo Salvador Garmendia, es una agridulce enfermedad
que no afecta a los jóvenes. En un poemario que titulamos Los
caminos borrados le cantamos a la Mesa de Guanipa, tierra de
horizontes circuidos de horizontes. El título nos lo apropia-
mos del poema de Roberto Juarroz, donde nos advierte: “Y
solo reconozco mi canción y mi sombra/ en el arte secreto de
los caminos borrados”.
Allí, en la Mesa de Guanipa, vimos levantarse el edificio
del Liceo Briceño Méndez; en su momento, una mole para la
ciudad de El Tigre, pero sobre todo, una conquista del pueblo
que luchó, al lado de estudiantes, profesores, trabajadores y
empleados, para que esa infraestructura fuese una realidad.
La ciudad ha ido abrazando su liceo, rodeándolo, me-
tiéndolo en su seno. Antes, era el final de una avenida. O de
dos. Era la referencia de la salida de El Tigre; la última imagen
del viajero que partía rumbo al norte, a ciudades y pueblos
de salitre y mar. Lo construyeron allí para que todo aquel que
se graduara, al irse para la universidad, le echara una última
mirada. O para no darle ningún chance al olvido. O para que,
lejos del centro de la ciudad, las protestas estudiantiles que-
daran en la periferia. O si lo vemos sin segundas intenciones,
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