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Guanipa Endenantico


            hay un rancho cinético y tal vez otro figurativo. Algo único en el
            planeta y los teóricos del arte se encargarán de determinar si eso

            es impresionismo, surrealismo, barroquismo, suprarrealismo o
            lo real-maravilloso americano.

                  Lo cierto es que el turista puede correr la aventura de

            internarse en la marginalidad. En alguna parte encontrará un
            rancho de cartón y lata y al entrar, verá una cocina de kerosén
            recostada de una pared cinética. La otra pared le mostrará algo
            tridimensional. Y abajo, el colchón viejo y remendado, el piso

            de tierra, un vaso de cama, una lámpara de gasolina y un niño
            de ojos lagañosos, mirada limpia y barriga abombada y vacía.
            No son necesarios el paraguas, la máquina de coser y la mesa
            de disección, porque difícilmente la imaginación surrealista

            podría superar este capricho o imposición de la realidad.

                  El museo vial de Bogarín terminó ilustrando los ran-
            chos de cartón a los que cantara Alí Primera. Pero aquí no

            sirven de ornamento, sino de pared y techo contra tantas y
            tan largas intemperies.





















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