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Earle Herrera


            juventud le cayó la sentencia de: “Disparen primero y averi-
            güen después”.


                  El Tigre siempre fue vanguardia de las luchas revolu-
            cionarias, tanto de su proletariado petrolero y sus combativos
            sindicatos, como de su juventud liceísta, enrolada desde los

            años 60 –la llamada década violenta– en una generación que
            quiso tomar el cielo por asalto. La consigna de “estudiar y
            luchar” la hicimos praxis cotidiana porque, de verdad, estu-
            diábamos y luchábamos. Me faltaría espacio para hablar de los

            profesionales de esta tierra que se han regado por todo el país
            y más allá de las fronteras del país. De los poetas y narradores
            que han recibido las más altas distinciones con que premia
            nuestra patria a sus hombres y mujeres de letras. De los insig-

            nes exponentes de las artes plásticas, musicales y escénicas.  Y
            no olvidemos el deporte, con atletas que de competir por el
            terruño, pasaron a defender el tricolor nacional en las pistas y
            campos allende las fronteras. Aquí me detengo para escribir un

            nombre y pronunciarlo con admiración: Juan Facendo, hace-
            dor de campeones, profesor y amigo, entrenador excepcional,
            quien merecidamente tiene un lugar de honor en el Salón de
            la Fama del deporte venezolano.


                  El Comandante Chávez me saca del Liceo Briceño
            Méndez, cuya Seccional N.º 2 me conocía al pelo porque a
            cada rato me citaban para allá dizque por “mala conducta”,

            algo que obviamente era puras calumnias, y me pregunta por
            qué El Luchador se llama El Luchador. Me di cuenta de que ya



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