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Guanipa Endenantico
Nos desplazamos por la Avenida España a la lenta ve-
locidad que permite la gente ansiosa de tocar o saludar a “mi
Presidente”, dicen unas, o “mi Comandante”, pronuncian otros.
El ¡Chávez, te amo!, es el grito que brota de las gargantas y si-
gue con el viento expandiéndose por la Mesa de Guanipa, más
allá de los farallones, más allá de los morichales, más allá de
las guayabitas sabaneras. El camión alcanza el grito amoroso
del pueblo bolivariano y logra salir de la ciudad de El Tigre,
rumbo a Tank-Farm, donde los pedalistas pioneros chupaban
rueda hasta perderse en el incendiado cielo del atardecer gua-
nipense. El Comandante hace preguntas históricas y recurro
a los autores que han contado nuestra historia o a los nove-
listas y cuentistas que nos hicieron un pueblo de ficción, em-
pezando por el Miguel Otero Silva de Oficina Nº 1. Recurro a
la Historia del Estado Anzoátegui, de monseñor Constantino
Maradei, tercer Obispo de Barcelona (a partir de 1969), para
contarle al Comandante Chávez que las banderas zamoranas
de la Guerra Federal fueron izadas en combate en esta Mesa
de Guanipa por las tropas y guerrillas del general José Antonio
Sotillo. Apresuro los recuerdos en la excelente Historia gráfica
de un pueblo petrolero, de Juan Raydán. Releo y subrayo el Breve
diccionario de autores de Anzoátegui, de Zanoni Armas Estrada
y Alvaro Armas Bellorín. Sigo presuroso las Pisadas de historia
anzoatiguense, de Leonardo Rodríguez Castillo. Voy al pasado
y regreso en El Tigre ayer y hoy, de Calazán Guzmán. Busco los
orígenes de las primeras noches y auroras iniciales en el Costado
Indio, de Gustavo Pereira. Me oriento en el laberinto ancestral de
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