Page 196 - Guanipa-Endenantico
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buena parte de la vida. ¿Cómo habíamos derramado ácido
sulfúrico –SO4H2– en estas largas mesas negras? Allí apren-
dimos a fabricar explosivos y allí conocimos los secretos de los
vasos comunicantes y gozábamos una y parte de otra viendo al
hidrógeno, de lo más orondo, desprenderse del agua como si
nunca la hubiera conocido. Allí, por Dios, nos hicimos pana-
derías de Boyle y Mariotte y hasta aprendimos a preparar una
mezcla voladora; nosotros no la tomábamos porque teníamos
espíritu deportivo, pero le vendimos el secreto a Burroloco y
desde entonces comenzaron a llamarlo Rey Dormido. El labora-
torio de química, por los cambios que allí se sucedían, siempre
me dio la impresión de ser un universo aislado –y lo era, de
veras–, con sus propias y particulares leyes, un lugar de magia.
Me llegué hasta el escritorio de Mendeleiev y halé la
gaveta donde él guardaba los exámenes. Mendeleiev siempre
fue uno de los profesores más machete y lo trataba a uno como
compañeros y nosotros a él de tú a tú, por lo menos fuera del
liceo. Ya le ponía la mano encima al examen cuando oí pasos en
el pasillo. Me asomé por la rendija de la puerta y vi a Brito Brito
y al jefe de la Seccional N° 1 que caminaban hacia la Dirección.
Era Domingo y era agosto –eran las diez de la mañana– y no
sé qué hacían esos dos en el “Inteligencia” y yo con el 38 de
Brito Brito en mi poder. Para completar, no sé de donde carajo
salió Mendeleiev, pero estaba allí, frente a mí, viéndome con su
mirada llena de fórmulas de profesor de química; se apareció
de repente en el laboratorio y me dijo: “Silva, deme ese examen
y piérdase, piérdase Silva”. Para sorpresa de Mendeleiev que