Page 193 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
él mismo se creía, quitándome lentamente los culodebotella,
le dije: “Estás expulsado, vale, estás expulsado”. Solté la risa y
halé la gaveta (ya Maradei había desaparecido y ya yo no era
el astigmático Brito Brito sino Silva, el eterno mala conducta);
ante mis ojos relumbró tremendo calibre 38, cañón largo. De
manera que Pelagajo no estaba inventando cuando decía que
Brito Brito trabaja también para la Secreta, que era un sapo,
un redomado soplón y allí estaba el arma de reglamento como
prueba irrefutable. Mi primera reacción fue cerrar rápidamen-
te la gaveta y salir de inmediato del liceo, pero me contuve.
Ningún arma se dispara sola y además nadie me estaba viendo.
Abrí de nuevo la gaveta. Tomé el 38 y me lo guardé detrás del
pantalón, sacándome la camisa para que no se notara el bulto.
Me gustaría verle la cara a Brito Brito cuando no encuentre
la fuca en su escritorio; no pondrá ninguna denuncia pública
porque es a él quien menos interesa que se sepa que es policía.
Vaya con el gorila, mira qué sapo el desgraciado, tombo de
mierda es lo que es.
Aquella oficina empezó a apestarme de repente. Casi
con náusea salí de allí, atravesé un corto pasillo y llegué a
Secretaría. Iba a seguir de largo, hacia el laboratorio de quí-
mica, donde estaba lo que iba a buscar, pero una vitrina llena
de trofeos me detuvo bruscamente. Vi las estatuillas doradas
y vi la gloria; escuché otra vez el coro: ¡A la bin, a la bin, bon,
ban: Silva, Silva, raa, raaa, raaaaaaa! Coro que oía al final de
la pista de mi veloz adolescencia o que me inventaba en largas
noches de fantasiosos insomnios de gloria. Y yo entrando,
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