Page 200 - Guanipa-Endenantico
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la cabeza y las manos suda que suda y ella que juraba que la

            bolita estaba allí y la lengua, ese estorbo ácido en la boca.

                  Ayer cayó como un mismo arcángel un exrecluta. Le
            habían dado la baja y se lanzó, luego de mirar que fácil era,

            hacia la tapita del centro por tercera vez, apostando las últi-
            mas cien de las mil munas que le quedaban de sus ahorros en
            el cuartel, ya le habían raspado novecientas –y cien, mil– y
            cuando levantó la tapita los ojos se le bloquearon al ver en el

            pequeño espacio que abarcaba la tapita el más grande vacío
            de su vida toda. Allí comprendió el significado absoluto de la
            nada, su peso infinito y demoledor.


                  Hoy terminaron los días del catire de sombrerito de
            Panamá, cuya fama se extendía por todas las carreteras del
            país. El catire Ruiz, hombre de mil mañas y habilidades, co-
            nocedor de todas las artes del engaño, psicólogo nato que

            conocía su próxima víctima a leguas y la persuadía y halagaba
            para luego darle el tiro de gracia, dijo aquí está aquí no está
            ¿dónde está la bolita? delante el mismo hombre que acababa
            de desplumar minutos antes, cuando este, de repente, sacó

            un largo cuchillo y le dijo aquí está la bolita y se lo guardó en
            el páncreas.

                   La gente creyó que con su muerte se habían acabado

            las estafas, pero qué va; todo oficio es heredado, todo vicio
            continuado; ningún truco fenece con su ejecutor. La cuarta
            noche del novenario del catire Ruiz, un sujeto moreno y alto,
            su ayudante y payaso, detrás de la cocina, a escondidas de los
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