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Guanipa Endenantico


                  Antes era el silencio milenario de la mesa de Guanipa, y
            El Tigre, desde mitad del siglo XIX, cruce obligado del comer-

            cio entre Barcelona y Ciudad Bolívar: un lugar de descanso, un
            río para aprovisionarse de agua en la inmensidad de la sabana.
            Más allá, como señal de vida, Cantaura, antes Chamariapa,
            un modesto pueblo misional de indígenas cuya población, de

            unos mil habitantes, fue reducida a la mitad durante la guerra
            de Independencia.

                  Antes, en el siglo XVIII, los habitantes de la Nueva

            Barcelona incursionan hacia las mesas, pobladas por indios
            Caribes. El destacado geógrafo Pedro Cunill, en su obra mo-
            numental sobre el poblamiento venezolano, nos dice: “La in-
            fluencia Barcelonesa por las mesas hacia el sur continúa desde

            Chamariapa hasta el interior de la Mesa de Guanipa, donde se
            ha formado un caserío en El Tigre, que proporciona servicios
            elementales a los hatos de sus entornos que van tomando creciente
            importancia. Esta colonización se ha desencadenado en los últi-

            mos años del siglo XVIII por barceloneses: ‘con haberse destinado a
            fundar hacienda de ganado mayor a distancia de diez o doce días
            de camino de la ciudad, en los sitios nombrados de El Tigre, cuya
            denominación ha tenido y tiene, de la abundancia que se notaba

            de esa especie de animales tan fieros, que sus afiladas garras no
            perdonan ningún viviente. Y no obstante este inminente peligro,
            los naturales de la Nueva Barcelona… Vencieron la imposibili-
            dad’. El prolongamiento de este tipo de asentamiento se reconoce

            hasta el caserío de El Caris”.




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