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Guanipa Endenantico


                  Conocimos las madrugadas de la adolescencia y los
            atardeceres del río Tigre, casi de nochecita. El liceo nos vistió

            de kaki y el Sans Souci de calipso y carnavales. Del Deportivo
            Guanipa saltó a la primera división del Anzoátegui y la selec-
            ción Vinotinto lo convocó. De pronto me llega una noticia que
            me sacudió como cuando te pitan una falta en el área chica.

            Rubén Torres cambió de paisaje, como diría Alí Primera, o
            en su caso, de césped; él, que aprendió a jugar sobre la tierra
            desnuda de la Mesa de Guanipa.


                  Lateral izquierdo, ojos vivaces, melena rubia, era la ele-
            gancia y la magia con un balón en los pies. Sencillo, humilde,
            solidario, amigo. Uno de esos deportistas que, Venezuela aden-
            tro y provincia profunda, se hacen solos, por puro empeño,

            tesón, sed y hambre de competir y triunfar. De pronto dejó la
            cancha y se fue a los campos celestes y sus amigos sentimos
            como si de pronto, desde arriba, nos cantaran un penalti que
            no cometimos. En el pueblo, todos callábamos cuando Rubén

            Torres iba a chutar. Hoy no hacemos silencio, aplaudimos en
            tu honor y tu gloria, amigo eterno.




















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