Page 378 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


                —¿No tendría eso que ver con que todo lo que al pe-
            riodista le tocaba narrar en todo su dramatismo, ya lo
            había hecho la televisión con imágenes, sonidos?
                —Es posible que sí, pero a la par tienes que ver que el
            periodista no es una máquina, es un ser humano que tam-
            bién frente a los hechos puede tomar distancia como te
            digo, si él llega después que sucedieron los hechos a recoger
            testimonios. Pero cuando él es partícipe y vive los hechos,
            es muy difícil. Fíjate, los grandes reportajes, muchos de
            los grandes reportajes de la historia, cuando la persona ha
            vivido los hechos, siempre tienden hacia la literatura.
                —Claro.
                —Es decir, la sensación de horror que esa persona per-
            cibe apenas al llegar y ver la cantidad de cosas en el lugar,
            la gente vaporizada convertida en una fotografía atómica,
            vaporizada en una pared, hacen imposible que pueda, por
            muy profesional que sea, dejar de lado su sensibilidad.
                —Antes del 27 de febrero ya tú venías escribiendo
            una columna con el nombre de «Crónicas de la deses-
            peración urbana», que trataba sobre lo cotidiano de la
            ciudad, pero el Caracazo que se metió en tu columna,
            siendo desesperación, no era nada cotidiano.
                —No, rebasó esa cotidianidad de la desesperación. Lo
            que ocurre en mi caso particular, fue que mi sensibilidad
            literaria puesta al servicio del periodismo me llevó a es-
            cribir durante dos o tres años esa columna. Partiendo de
            lo que el asombro me permitía, descubrí esa cotidianidad
            de Caracas. Mi punto de partida para hacer esas crónicas
            fue asumir una cosa que era ver Caracas con los ojos de un
            turista, alguien que está viendo por primera vez la ciudad
            y con el corazón de un habitante de la ciudad; es decir,
            yo la veía a través de mis ojos y los ponía, y también mi

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