Page 321 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
con una ametralladora, mientras que otra similar y una
M-30 (antitanque) son disparadas sobre el bloque de en-
frente. Me pregunto de dónde sacaron estas armas y la gran
cantidad de municiones que están consumiendo.
Una ráfaga de balas de alto calibre que choca despia-
dadamente contra las paredes externas del edificio, pe-
netra al interior del apartamento que tengo a mi izquierda
y destroza cristales y artefactos con gran estruendo;
eso confirma mi suposición sobre el francotirador. Aun
cuando el fragor de la lucha amaina por momentos, es evi-
dente que los soldados hacen esfuerzos por tomar la zona
y eliminar, o por lo menos desplazar a los francotiradores.
Hace rato que no se escuchan las consignas llamando a la
insurrección popular.
Aterrorizado, pero presa de la curiosidad profesional
(y morbosa, lo admito), salgo un par de veces de mi re-
fugio para observar el panorama, pero solo alcanzo a ver
los repetidos fogonazos de las armas.
Por dos veces, los militares recrudecen su ataque y en
sendas ocasiones el bando contrario mantiene con firmeza
sus posiciones. A lo lejos, varios pisos abajo, se escucha el
llanto de un niño.
La tercera embestida, cerca de la medianoche, parece
ser la definitiva. El número de disparos llega a una cifra
indescriptible, zumban las bombas lacrimógenas y gra-
nadas en el aire. Una ambulancia, con increíble audacia,
es llevada hasta detrás del edificio del frente y sale de
inmediato, cubierta por una lluvia de balas.
Los disparos desde los bloques se hacen menos conti-
nuos. Es evidente que comienzan a escasear las municiones.
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