Page 318 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            movilización provocados por el toque de queda, el miér-
            coles apresuré el trabajo para poder estar temprano en el
            23 de Enero, donde estoy hospedado.
                Desde que entré a la estación de Capitolio del Metro,
            pocos minutos antes de las cinco de la tarde, comencé
            a considerar la posibilidad de regresar a El Nacional, en
            virtud de los acontecimientos nada tranquilizadores que
            escuché sobre la situación en el 23 de Enero.
                Poco después se verían tristemente confirmados mis
            temores.
                Desde la llegada a Agua Salud me di cuenta de que
            había dejado atrás la tensa pero tranquila Caracas y me había
            adentrado, sin posibilidad de regreso, a un campo de batalla
            feroz, aterradoramente real, con profusión de disparos que
            «matan de verdad» y cadáveres tirados en pasillos, aceras
            y estacionamientos.
                Un funcionario de C. A. Metro condujo al grupo de
            usuarios por una puerta de emergencia, advirtiéndonos
            que nos mantuviéramos agachados y corriéramos porque
            había francotiradores disparando desde los edificios del 23
            de Enero (¡incluso desde donde yo vivo!) hacia la estación.
                Al principio la orden se acató, pero al comenzar a sonar
            los tiros el pánico se apoderó de todos y la masa de gente
            se lanzó a la carrera en descampado. Una señora luchaba
            por mantener controlado a un niño y sostener una bolsa
            de víveres mientras corría. Tomé al niño en mis brazos y
            atravesé velozmente la calle que sube a los edificios de la
            urbanización mientras la mujer jadeaba tras de mí.
                Ya parapeteado detrás de un kiosco de revistas, se abría
            ante mí un panorama desolador: la única vía de acceso al
            edificio era precisamente «la tierra de nadie» entre franco-
            tiradores civiles y militares. Pasar por allí sería suicida. Por

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