Page 179 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
andas haciendo?» por «¿Qué andas saqueando?». En el
fondo, más que cinismo colectivo, una forma de superar
el trauma y aliviar sentimientos de culpa. De alguna ma-
nera, todos nos sentíamos saqueadores y, una vez más, con
las palabras, se buscaba domesticar la realidad, exorcizar
sentimientos incómodos. Sequera hurga en la nueva forma
de contestar a los saludos: «Aquí estamos, vivos al menos», o
el amargamente irónico: «Aquí, sobreviviendo». Es el léxico
postsaqueos, un habla de humor pálido y de resignación, una
lengua de postguerra que expresaba la violencia que se ins-
taló para ya no marcharse del país y el sobresalto adherido
al espíritu como una luz roja rutinaria. En busca de la pa-
labra que exprese todo eso y nos exprese, «Calma tensa» es
una frase de dudosa tabla de salvación, pero no hay otra.
La descripción del ambiente caraqueño como una calma
tensa termina de mostrar nuestro recientemente adqui-
rido y, por lo tanto, desconcertante (¿post concertante?)
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vocabulario de náufragos .
Metáfora del miedo, el «vocabulario de náufragos»
está hecho de señales en la noche, monosílabos, SOS. En
el fondo de esos saludos, donde el humor intenta tamizar
la incertidumbre y la desconfianza, hay un metamensaje,
algo que no se dice pero que se simboliza, un diálogo de
claves que los habitantes del mismo miedo y la misma
ciudad captan y entienden.
Si antes imperaba la agresividad, pero era posible observar
unos pocos hombres relajados y una que otra mirada
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