Page 183 - Fricción y realidad en el Caracazo
P. 183
earle herrera
Ahora ese país estaba en cueros y no se atrevía a mirarse en
el espejo. El expresidente Rafael Caldera dijo por esos días
que Venezuela era la vitrina de América Latina y ahora
esa vitrina estaba rota. Cabrujas parece preguntarnos: ¿En
verdad fuimos alguna vez vitrina de algo? ¿Se lo creían
ustedes? Así se lee a Cabrujas, con la sonrisa que provoca
su fino humor y la incomodidad por las verdades que dice
o nos descubre. Su visión va a contracorriente de la vi-
sión general, esa que termina por institucionalizarse. El
título de su crónica concuerda con la apreciación y la ex-
clamación común: el Caracazo nos hizo exclamar ¡Fin de
mundo! Pero la ironía del escritor, desde la primera línea,
deshace su propio título y, en consecuencia, la apreciación
generalizada. Así comienza:
No fue el asalto al Palacio de Invierno. Nadie cantó La
Internacional ni las imágenes nos mostraron esa horda
famélica, en el trance de gritar quién sabe si ¡Pan! ¡Pan!,
1
o ¡Justicia!, o ¡Muera la Tiranía! .
No estábamos, pues, frente a uno de los grandes acon-
tecimientos de la historia; no era fin de mundo; aquella
anarquía general no tenía dimensiones épicas. Las clases
dirigentes temieron por el asalto al poder por los de abajo.
Sectores de ultraizquierda pensaron que había llegado el
momento de la revolución. El columnista les advierte que
ni lo uno ni lo otro. Prueba de ello es que no se oía ni si-
quiera una consigna rítmica, como la de «el pueblo unido
jamás será vencido», sino «consignas aisladas, sumamente
1
José Ignacio Cabrujas en VV. AA., El día que bajaron los cerros,
ob. cit., p. 11.
183