Page 75 - El Reportaje, el ensayo
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El reportaje, el ensayo
                              qp Earle Herrera
             oportunidad en la subversión del lenguaje, en la “teoría combinatoria”
             de los géneros. Quisieron imitar a Cortázar o a Cabrera Infante o a
             Luis Britto García, escribiendo sin orden ni concierto, sin signos de
             puntua ción y sin sintaxis, haciendo enumeraciones caóticas de objetos
             y, viéndolo todo tan “fácil”, aún no terminan de comprender por qué
             se estrellaron. Ninguna aparente arbitrariedad de los escritores citados
             era arbitraria. La ausencia, proliferación o invención de signos tenía
             un papel que jugar y un significado. El complicado tablero para leer
             Rayuela no era un capricho ni una espontaneidad, y el lector, para po-
             der entrar en esa obra, debía poner a funcionar el intelecto: dejaba la
             actitud pasiva del lector tradicional para participar y, si se quiere, crear
             en la lectura. Más que una pasión, la lectura era un acto.
               Una ingenuidad conmovedora frustró a muchos soña dores. Otros,
             por facilismo, no previeron lo que queda un poco más allá de lo su-
             blime. Éste es uno de los riesgos del Nuevo Periodismo. Ya andan
             muchos por allí intentando imitar y parodiar a Wolfe y Mailer. Los re-
             sultados son deprimentes. Si para el periodismo “objetivo” servían los
             consejos o reglas de estilo de los manuales –“no usar frases hechas, ni
             la voz pasiva, ni la primera persona”–, para quien aspira a escribir en el
             estilo del Nuevo Periodismo no hay regla que valga ni es un problema
             de buena voluntad. Todo dependerá de su capacidad, dominio del len-
             guaje y conocimiento de las técnicas y recursos literarios. Conocerlos,
             saberlos aplicar y tener talento para que sus reportajes alcancen, de
             verdad, una dimensión estética como lo plantea Wolfe: ésa es la cues-
             tión. Esto no le cierra las puertas a nadie. Sólo plantea el reto.




             un robo leGítimo

             Si el Nuevo Periodismo es algo importado o no (el idioma que ha-
             blamos no lo inventamos nosotros), no es lo que importa. Lo que
             tiene de positivo y lo que pueda enriquecer el quehacer periodístico,
             hay que “robárselo”, así como sus pioneros no tuvieron rubor para
             “robar” los recursos que, según ellos, se secaban en manos de los


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