Page 129 - El Reportaje, el ensayo
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El reportaje, el ensayo
                              qp Earle Herrera
             que generan la emoción, el miedo, la pasión o el dolor de una situación
             específica pudieran ser susceptibles de correc ción.
                Me viene a la memoria el sorpresivo grito de Páez en plena huida,
             bajo el horizonte abierto de las Queseras del Medio, cuando le ordena
             a sus lanceros, en un súbito viraje táctico, volver contra el enemigo.
             “¡Vuelvan caras!”, habría gritado el bravo guerrero de los llanos según
             el respetable historiador. “¡Vuelvan, carajo!”, afirma otra versión no
             impresa en libros pero transmitida de boca en boca a través de los
             tiempos y la cual se ajusta más a la situación del momento y al tempe-
             ramento de la primera lanza del mundo, que diría Simón Bolívar.



             II


             Pues sí, Colombia envió cuatro mil hombres a la guerra de Corea.
             Cuatro mil soldados, bajo las órdenes de generales gringos y corea-
             nos, a enfrentarse a los enemigos comunistas que eran igualmente
             coreanos. Pero Colombia y Corea, aparte de las dos primeras y de la
             última letra de sus nombres, nada más tienen en común. De modo
             que el envío de la sangre joven del país a la lejana nación asiática no
             fue precisamente por afecto histórico o geográfico. La explicación
             está más bien en la condición títere de la oligarquía colombiana –llá-
             mese liberal o conservadora– frente al adulado imperio del Norte.
                Los muchachos, como Mambrú, se fueron a la guerra. Una guerra
             donde Colombia no tenía nada que ganar ni nada que perder. Pero los
             jóvenes, aunque tampoco tenían nada que ganar, sí tenían todo que
             perder: la vida. Y se fueron. Los alistaron en una aventura hacia un
             país desconocido, para luchar al lado de hombres desconocidos con-
             tra enemigos desconocidos. Una cantidad de absurdos para jugarse
             la vida en forma absurda. Por disposición de una oligarquía absurda
             pero dominante hacia adentro y dominada desde afuera, con lo que
             lo absurdo adquiere una cierta lógica, aunque exasperante y trágica.
                Los muchachos fueron, pelearon y regresaron. Regre saron todos, in-
             cluso los muertos, convertidos y devueltos en “2.000 libras de cenizas”.

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                z colección warisata
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