Page 39 - Del Tradicionalismo a la Modernidad
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una pauperización incontenible empuje al proletariado a la revolu-
ción social. El reconocimiento de que sólo el Estado es capaz, en
ciertas circunstancias, de salvar al sistema capitalista mediante
regulaciones y grandes gastos públicos, obligó a la burguesía a
aceptar la participación del aparato político, burocrático y militar
en la toma de decísiones económicas. Al unirse a la burguesía en
la gestión del sistema capitalista, el aparato del Estado ratificó su
identificación con los intereses de esa clase social opresora. Den-
tro del complejo empresarial-burocrático que hoy rige la econo-
mía de los grandes centros industriales, el factor capitalista sigue
siendo el determinante, el que en última instancia fija las grandes
líneas de la política a seguir. Es decir, que la mayor participación
del Estado en la economía capitalista no siempre constituye un
avance importante. Sólo cuando el Estado está fuertemente
influido por el poder de los trabajadores, a través de sindicatos y
partidos obreros, la intervención del poder público constituye un
paso hacia la socialización.
En los centros capitalistas desarrollados, la clase obrera es nu-
merosa (la mitad de la población aproximadamente); y tiene un
alto nivel de capacitación. Como productores directos, capaces
de mover o paralizar el aparato de producción, los obreros, acom-
pañados de íntelectuales revolucionarios y capas medias asala-
riadas, son la clase capaz de abrir la vía a la transformación
integral de la sociedad; su existencia como trabajadores
colectivos prefigura la futura sociedad socialista. La transición del
capitalismo al socialismo solo puede efectuarse bajo la dirección
política de los trabajadores en el poder. Sin embargo, muchos
obreros de los países capitalistas desarrollados carecen de
conciencia de clase, La explotación de los países dependientes ha
permitido a la clase capitalista de los centros dominantes,
mejorar el nivel de vida de importantes sectores de las clases
trabajadoras, difundiendo entre ellas la falsa noción de que sus
problemas podrían solucionarse dentro del marco del sistema
existente. Sobre todo en los Estados Unidos de Norteamérica,
primer centro capitalista del mundo, esa falsa conciencia se ha
generalizado entre los trabajadores. Sin embargo, basta que
surjan síntomas de crisis económica para que los trabajadores
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