Page 529 - De mi propia mano
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relaciones exteriores: hasta forzar al Gobierno a traspasar sus facultades,
concediendo indultos generales, que sólo competen al cuerpo legislativo, y
que si bien son urgentes en la política y en las circunstancias, siempre es un
ataque a las leyes. en fin, con escándalo de todos los hombres que siquiera
han soñado con la libertad, obliga a la representación nacional a abrir sus
sesiones y a deliberar bajo de sus bayonetas, de estas bayonetas que han
hecho esta tártara irrupción del norte de bolivia, del mismo modo que los
bárbaros del norte de la europa la hicieron en aquellos tiempos salvajes,
y que por lo mismo han manifestado que su profesión es la alevosía, y los
derechos que reconocen, la fuerza. el otro pretexto de la invasión, de sal-
var mi persona, es tan ridículo, que no merece mencionarse en este papel,
y mucho menos cuando su comportamiento conmigo, después de tantas
protestas de respeto y de consideración, es digno de sus principios, de su
educación y de su carrera, y menos decente del que debía esperar de un
cosaco. Él bien sabía que nunca estaba mi persona más segura y respetada
que entre los pueblos de bolivia.
es por todo esto, señores, que, ni en medio de los peligros, me degra-
daré yo a quebrantar nuestras instituciones y a manchar mi administración
por un solo acto, cuando en toda ella no he traspasado jamás una ley. Vo-
sotros sabéis que después de haber puesto las bases de la República por mi
decreto de 9 de febrero de 1825, y conducídola hasta reunir el congreso
constituyente, rechacé las muestras de gratitud que quisisteis darme,
nombrándome presidente de ella; y repitiendo este sentimiento unánime
de la asamblea general, pretendisteis comprometerme a aceptar este puesto,
pidiendo los votos a los pueblos para justificar que vuestros intentos estaban
con sus deseos. los sufragios casi uniformes de los colegios electorales me
elevaron a la presidencia constitucional, mas mi ansia por la vida privada
me hizo rehusarla y la renuncié segunda vez. Vosotros dictasteis entonces la
ley de 3 de noviembre de 1826, declarándoos sin facultades para admitir la
renuncia de un destino dado por la nación entera y reservando al congreso
constitucional el aceptarla o no. os protesté, por tercera vez, que sólo
ejercería la presidencia hasta entregarla, conforme a esta ley, al congreso
constitucional en su primera sesión. las circunstancias han impedido re-
unirse las cámaras: mi presencia en bolivia es azarosa al Perú, que querría
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