Page 524 - De mi propia mano
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turbaciones; y deseando, por nuestra parte, mantener la buena armonía
con nuestros vecinos, tuve una conferencia con el general peruano en
el Desaguadero, el que dándome protestas de que de ningún modo se
injeriría en nuestros negocios interiores, solicitó el regreso a colombia
de los 1.000 soldados auxiliares que permanecían en la República y que
infundían recelos y temores a su país. le fue concedido, porque no sólo
estaba resuelta de antemano la vuelta de esas tropas, sino que su marcha
había hasta entonces dependido del consentimiento del gobierno de
lima, para transitar por arica. Repetidos avisos me anunciaron que del
Perú se alentaba a los descontentos a una insurrección, ofreciéndoles
protegerles con fuerza armada, y que de acuerdo entre las tropas de las
fronteras y los facciosos se había señalado el momento del embarque del
batallón Pichincha para una rebelión en chuquisaca y una invasión. los
avisos no eran bastantes para pruebas judiciarias, y no permitiendo la
debilidad de nuestras leyes otras medidas, fue preciso esperar el tumulto;
porque si de un lado estaba satisfecho que la opinión pública, respecto
a la administración, lo sofocaría y daría lugar a refrenar los díscolos, de
otro, aun ahora mismo tengo la confianza de que estando yo a la cabeza
del ejército nuestras fronteras no serían traspasadas; y en todo caso era la
oportunidad de escarmentar a nuestros vecinos para que jamás volvieran
a mezclarse en nuestros negocios. Se activó el despacho de los auxiliares,
reservando sólo sus dos escuadrones, que unidos al ejército nacional,
eran más fuerza de la necesaria para arrojar dentro del Desaguadero a
los invasores.
Regresé de la Paz a chuquisaca, donde la guarnición excedía poco de
tres docenas de soldados. a la misma época se acercaban las elecciones de
los diputados para el congreso constitucional; y aquellos descontentos,
despechados de su poco influjo en ellas, ocurrieron a las vías de hecho.
Sedujeron con dinero y ofertas algunos cabos y sargentos peruanos que
había en la pequeña guarnición, y comprando la osadía de algunos aven-
tureros errantes, forasteros de bolivia, sorprendieron el cuartel y estalló
el motín de 18 de abril.
Mis deberes exigían sofocar este tumulto de la tropa, y echándome
sobre ella recibí estas heridas, que estuvieron fuera de todo cálculo para el
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