Page 70 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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70 |  Agroecologías insurgentes en Venezuela



         proceso es  nutrido con la emergencia de un poderoso  movimiento
         cooperativista que tuvo como aliado a la Iglesia, y viceversa (Freitez, 2007).
         Se expande en territorios campesinos la presencia de algunos religiosos
         que profesan a la Teología de Liberación (Richer, 2005). Del mismo modo
         que, en ciertos espacios, prevalecían algunos ideales de grupos de lucha
         armada que habitaron parte de estas regiones (Linárez, 2006). Finalmente,
         entre encuentros y desencuentros de ideas permiten detonar las primeras
         organizaciones campesinas.
            En un segundo momento, ya establecidas algunas organizaciones
         (cooperativas, asociaciones u otros) aparecen nuevas necesidades que se
         orientan hacia la consolidación de estructuras dirigidas a los temas de la salud,
         las cuales se dirigen en dos vertientes: la alimentación y la medicina alternativa
         (ante la ausencia de médicos en esas regiones remotas). Posteriormente, con
         la avanzada del modelo agroindustrial, se evidencian los efectos nocivos
         de las intoxicaciones que permitirá en algunas experiencias, radicalizar sus
         acciones, explorando alternativas como la agricultura ecológica (como se
         hace referencia en ese momento) (Bath et al., 1996). Para luego avanzar, en
         algunos casos, con el apoyo de instituciones del Estado, como el Instituto
         Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), a desarrollar propuestas
         técnicas (Morros y Alcalá, 2005) que permitirán territorializar procesos que,
         posterior a 1990, comienzan a llamarse agroecológicos (entrevista a Mario
         Grippo, Las Lajitas, octubre, 2017).
            Mientras tanto, en las ciudades se asienta el sistema agroalimentario
         dominante, el cual se  caracterizó  por  ser dependiente  de las grandes
         corporaciones internacionales y, por ende, se transformaron los hábitos
         alimenticios  (Morales, 2009). Con  ello, cambian  los gustos  de los
         consumidores desplazando los productos campesinos. Sin mercados, sin
         tierras y sin capital, queda como opción, para muchas familias, migrar del
         campo a la ciudad. Por otra parte, la agricultura convencional también
         está subdelegada frente a la importancia creciente que asume la industria
         petrolera (Chacón y Mora, 2013). En tal sentido, las agriculturas campesinas
         son doblemente relegadas.
            En este contexto, vemos al capitalismo como un modelo reproductor
         de  desigualdades  (Harvey,  2005),  y  esta  situación  detona  conflictos.  A
         finales de la década de 1980, con la crisis de la deuda externa y la adopción
         de un programa de ajustes estructurales que afectó los subsidios a los
         insumos agrícolas, la liberalización del comercio, la devaluación de la
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