Page 68 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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68 |  Agroecologías insurgentes en Venezuela



         sus experiencias cafeteras tradicionales, y Trujillo (en los páramos), con
         espacios productivos reducidos; estados que cuentan con grandes cauces
         de agua superficial que aunado a las precipitaciones permiten el desarrollo
         en montañas con alta densidad de vegetación aptos para el cultivo de café
         y frutos de altura, lo que favoreció la aparición de sistemas dedicados a la
         producción de café orgánico (Castillo et al., 2015).
            También, cercanos al nivel del mar, se encuentran los bosques secos,
         deciduos o semideciduos con infraestructura adecuada para la agricultura de
         hortalizas, cítricos, ganadería de carne, cultivo de cereales de alta demanda
         en el país, dando como resultado que las planificaciones orientadas por la
         revolución verde hayan penetrado profundamente el modelo productivo,
         así como culturalmente, al desplazar usos y costumbres propias de cada
         espacio  sociocultural y  socioeconómico (Rojas-López,  2016).  Mientras
         que, en zonas del piedemonte y llanuras, la tendencia se orientó claramente
         hacia cultivos relacionados con la agroindustria, como la caña de azúcar,
         maíz, cebolla, ganadería semiintensiva e intensiva, entre otros (Quiñónez
         y Dal Pozzo, 2008).
            Una agroindustria que se impuso desde el modelo de la revolución
         verde en la década de los cincuenta (Calles, 2018) y se caracterizó por
         promover la idea de agricultura moderna con base en mecanización,
         uso del monocultivo y de fertilización química, siguiendo los patrones
         de la creciente visión industrial del proceso agrícola estadounidense
         (Morales, 2009; Domené-Painenao et al., 2015). Además, esta situación de
         irrupción de las pautas económicas de los centros urbanos más cercanos
         y dominantes regionalmente, e incluso internacionalmente, ha tenido
         profundos efectos en los cambios culturales de los pobladores y se ha
         manifestado en los patrones de producción y de alimentación de las
         comunidades (Pargas, 2001; Morales, 2009).
            Este  fenómeno representó una forma de expansión  capitalista
         (Fernandes,  2008;  Rosset  y  Martínez-Torres,  2016),  que  conllevó  la
         desterritorialización de relaciones sociales no capitalistas, a través de lo que
         Harvey (2005) define como “acumulación por despojo”, que reproduce
         desigualdades basadas en relaciones de poder asimétricas (Harvey, 2005;
         Fernandes, 2008; Rosset y Martínez-Torres, 2016). El despojo material se
         basó en el desplazamiento de la población local de sus tierras, a lo que
         le siguió la explotación laboral en la que se sustenta tal modelo agrícola
         (Harvey, 2005;  Fernandes, 2008).  Pero, el despojo también es  cultural
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