Page 190 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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modos de vida urbanos se han establecido de la mano con la instauración
del capitalismo como modelo hegemónico económico y sociocultural,
debe trascenderse la concepción geográfica reduccionista de la ciudad solo
como un lugar físico de asentamiento, para incorporar la noción política de
que las ciudades han sido históricamente utilizadas como instrumentos o
artefactos de producción y reproducción del sistema capitalista imperante.
En este sentido, el formato de urbe capitalista heredado de la
modernidad, y extendido como patrón impuesto a seguir por la mayoría
de las ciudades a nivel mundial, reproduce un modelo insostenible de
explotación de recursos de ecosistemas circundantes y relaciones de
poder basadas en la opresión y subyugación de grandes mayorías a favor
de élites minoritarias que manejan la economía planetaria. Así, la ciudad
moderna se corresponde con un diseño dicotómico sociedad/naturaleza
que involucra tensiones y desigualdades en relaciones de poder sobre
el espacio y el uso de recursos al interior y exterior de esta. Lo anterior
condiciona, en gran medida, la configuración del espacio urbano y los
procesos de transformación del territorio en el que se asientan este tipo
de ciudades.
Considerando este marco, resulta imperante destacar que, a nivel
mundial, se espera que la población urbana pase de 3900 millones a
superar los 6000 millones para 2045 (ONU, 2014), lo que hace que la
cantidad de infraestructura construida necesaria para desarrollar nuevas
áreas urbanas sea vertiginosa (Ahern et al., 2014) y el despliegue de esa
infraestructura se convierta en un intenso deterioro de gran parte de los
ecosistemas circundantes (McPhearson et al., 2015).
Específicamente en Latinoamérica, debe considerarse, además, que las
ciudades son consecuencia de patrones de consolidación provenientes de
procesos de colonización europea implementados a partir del siglo XVI,
que fueron posteriormente moldeados y adecuados según los intereses
del poder económico neocolonial norteamericano a finales del siglo XIX,
para algunos países del continente, y comienzos del siglo XX, para otros.
En Venezuela, las principales ciudades consolidadas desde el modelo
económico-cultural rentista no escapan de esta realidad, constituyéndose
así, como conglomerados urbanos que concentran gran parte de la
población con altas demandas energéticas, elevados niveles de consumo
y bajos niveles de producción, altamente dependientes de la extracción de
recursos de otros ecosistemas para su subsistencia metabólica.