Page 128 - Agroecologías insurgentes en Venezuela Territorios, luchas y pedagogías en revolución
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128 | Agroecologías insurgentes en Venezuela
No termina de morir lo viejo, no termina de nacer lo nuevo: los
gérmenes que acabaremos con la vieja sociedad estamos allí, pero la
vieja sociedad todavía nos alimenta. Vivimos la coreografía perfecta, el
movimiento clásico de las crisis y las transiciones.
Del Chávez discurseador habrá que recordar algunas de sus propuestas
más controversiales, como la cría de animales y la siembra de especies
alimenticias en terrenos baldíos, balcones y azoteas de edificios. El dato
rural irrumpiendo como modelo en un país urbanizado a la fuerza. Aquella
propuesta de los gallineros verticales, que tantas burlas y desprecios le
acarreó incluso en una franja del chavismo que se niega a comprender que
estas ciudades no son viables, parte de una lógica tan sencilla y aplastante
que no hubo forma de rebatirla en la década del fin de un modelo
(2010-2019): la única forma soberana y sustentable en que el pueblo
puede obtener alimentos es produciéndolos masivamente, no condenando
a una clase y a un segmento empequeñecidos y marginales a ejecutar la
misión de alimentar a todo un país.
Este es el contexto: menos del 10 % de los venezolanos se dedica a la
producción de alimentos; y, de las 35 millones de hectáreas productivas,
solo 3 millones están efectivamente en producción. En un territorio con
esas características, lo improcedente es escandalizarse de que tengamos
ciclos de desabastecimiento y escasez; lo obvio y lo sorpresivo no pueden
convivir. Vuelta al dato primario: si el enemigo diseñó y nos empujó a
ejecutar nuestro modo de producción y consumo, al enemigo le resultará
muy fácil cortarnos el suministro de alimentos (y de las demás fuentes de
energía: electricidad, combustibles, agua).
Muere Chávez, otro liderazgo se instala al frente del funcionamiento
del Estado, y el nuevo equipo lleva a cabo una acción de gobierno que
Chávez apenas había dejado esbozada: la creación de un ministerio para
la agricultura urbana. Ya no era solo la descripción nostálgica de un
anhelo, sino la concreción de un plan: paralelo al ministerio encargado de
mantener con vida los viejos y tradicionales procedimientos, comenzaba a
reptar la cuesta de la historia uno encargado de llevar adelante otra misión,
que no es otra sino la creación de focos, dentro de las ciudades, de formas,
experiencias y proyectos productivos en materia agrícola y pecuaria.
Vuelta al inicio: lo importante del solo gesto de crear y lanzar este
ministerio no es la cantidad de espacios devenidos productivos ni en las
toneladas de alimentos que se han producido bajo su tutela, sino la gigantesca