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13- La Revolución Rusa y sus derivas
Por múltiples factores, los procesos que en sus inicios constituyeron un
rotundo mentís a la idea de la necesidad histórica una vez institucionali-
zados se sometieron a sus designios y terminaron fortaleciéndola como inhi-
bidora del espíritu subversivo de los pueblos y como creadora de oscuridad.
Hubo una coyuntura aciaga a partir de la cual comenzó a ser aplicable a la
Revolución Rusa lo que decía Louis Antoine Saint Just sobre la Revolución
Francesa en medio de la debacle del experimento jacobino: “La Revolución
está helada; todos los principios se han debilitado; sólo quedan gorros rojos
llevados por la intriga”.
Hubo una encrucijada histórica (seguramente fueron varias en el torbe-
llino de la revolución, por eso decimos “sus” derivas) en la que la vanguardia
comenzó a convertirse en policía y la asamblea en burocracia; en la que la dicta-
dura del proletariado comenzó a reposar en el partido todopoderoso en lugar
de basarse en los organismos que concentraban el poder de tomar decisiones
creados en forma espontánea por el pueblo, como los soviets, por ejemplo.
De este modo, la hegemonía del partido comenzó a minar las posibilidades
de una “hegemonía del proletariado”. Una interpretación profana nos lleva a
sostener que ningún derrotero estaba def nido de antemano. No hubo ninguna
predestinación. No caben aquí las simplonerías mecanicistas. Hay que ahondar
en dinámicas sumamente complejas, nunca lineales ni “evolutivas”. No son
sólidos los fundamentos que insisten en el carácter necesario del proceso histó-
rico. No es cierto que “a cada Febrero le llega su Octubre” o que las condi-
ciones de guerra no son compatibles por principio con los soviets. Tampoco
son rigurosas las razones esgrimidas para demostrar que a cada Lenin le llega
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