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Marxismo y autodeterminación


              Ahora  bien,  la  autodeterminación  que  nace  indefectiblemente  de  unos
           sustratos contradictorios es una opción colectiva creadora de condiciones de
           excepcionalidad, creadora de nuevas realidades. La autodeterminación es la
           fuente de nuevas y originales determinaciones. Y es inseparable de una praxis
           crítica, transformadora y productiva, de una praxis que puede arrasar con todas
           las “obstinaciones f losóf cas”. Esa praxis es, precisamente, la que genera las
           circunstancias más propicias para aprender (y aprehender) el marxismo y la
           democracia sustantiva y radical que reclaman las mismas condiciones. Algo que
           jamás reconocen los liberales y los demócratas defensores del capitalismo que
           se aferran a los más diversos formalismos con el f n de evitar toparse cara a cara
           con las incompatibilidades más rotundas o por puro pánico ante la eventua-
           lidad de un proceso de politización (“iluminación”) plebeya y masiva.
              Aquí cabe recordar lo que Marx planteaba en la Tesis II sobre Feuerbach y
           lo que Lenin af rmaba en relación con la praxis: que tenía la jerarquía de la
           realidad inmediata. La autodeterminación no se puede escindir de la auto-
           nomía de las clases subalternas y oprimidas y de sus diversas experiencias de no
           subordinación a las síntesis objetivas o a la necesidad universal de lo absoluto
           (experiencias de clase, principalmente experiencias de autogestión y autogo-
           bierno). La autodeterminación es un componente inmanente a los niveles más
           altos de la lucha de clases; es decir, de la lucha de clases entablada por una clase
           en-sí y para-sí en el terreno económico, político, ideológico y moral.
              Esto  signif ca  que  los  procesos  de  autodeterminación  no  pueden  surgir
           jamás de espacios “externos” a la lucha de clases, de ámbitos especiales (elites,
           vanguardias,  destacamentos,  partidos)  supuestamente  preservados  del  feti-
           chismo y la alienación. Los partidos pueden realizar contribuciones sustan-
           ciales a los procesos de autodeterminación, podrán ser factores de activación de
           la potentia popular, pero nunca podrán reemplazarla. La autodeterminación es
           una praxis libertaria que consuma la plenitud de lo posible. La idea del partido
           político  sustentada  por  Marx  estaba  estrechamente  vinculada  a  las  fuerzas
           liberadas por la autodeterminación y no a una elite autoerigida en la forma
           suprema de la organización política. Ahora bien, la autodeterminación para
           ser ef caz; esto es, para establecer condiciones de supervivencia en ambientes
           hostiles y para generar condiciones de irreversibilidad, requiere de formas orga-
           nizativas y de mediaciones idóneas.
              Por lo tanto, la autodeterminación es autoactividad, autoeducación, auto-
           conocimiento,  autoref exión,  autoorganización,  autoemancipación  y  auto-
           liberación.  La  autodeterminación  es  la  imaginación  y  la  iniciativa  popular
           sobrepasando las limitaciones impuestas por la experiencia material. No hay
           autodeterminación sin una ocasión de desavenencia radical, sin un instante de
           quiebre con el fatalismo, la naturalización, la banalización, la irresponsabilidad
           y la soledad. No hay autodeterminación sin una ruptura con las mediaciones
           alienadas que el capitalismo produce y reproduce sin cesar en el orden material,

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