Page 119 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
                                 Mi guel M azzeo -  M ar x po puli

           interioridad respecto de los procesos populares. La teoría bien cerca del sujeto
           revolucionario y sus acciones, la teoría dispuesta a desarrollar niveles de orga-
           nicidad crecientes. De este modo, para el Che la praxis funcionaba como un
           criterio de verdad y era llamada a resolver las contradicciones en el plano de la
           teoría y a ampliar los horizontes de esta última. ¿Existen otros criterios posi-
           bles? Por supuesto que sí, aunque muchos de ellos pequen de formalismo. Y
           no es conveniente olvidar que en materia de política emancipatoria no sirve de
           mucho “tener razón” en soledad.
              En El socialismo y el hombre en Cuba, el Che planteaba que el “escolas-
           ticismo” iba en contra del desarrollo del marxismo al tiempo que cuestio-
           naba el proceso de conversión del marxismo en ideología. Fiel a las mejores
           tradiciones  del  marxismo,  tendía  a  resaltar  la  contradicción  entre  ideo-
           logía y conciencia de clase. En la misma línea están sus críticas al Manual
           de  Economía  Política,  editado  por  la  Academia  de  Ciencias  de  la  Unión
           Soviética.
              Pero,  además,  el  Che  no  entronizaba  un  sujeto  omnipotente  y  no
           asumía posiciones finalistas. Jamás se sentó a esperar la intervención de
           algún principio de complexión teleológica; confiaba más en la lucha que
           en las soluciones de la negación y defendió aquellos espacios de la praxis
           humana  no  determinados  unilateralmente  por  las  condiciones  objetivas.
           Podemos  identificar  en  el  Che  una  especie  de  rebelión  contra  el  pensa-
           miento  reductivo  característico  del  marxismo  dogmático,  junto  con  un
           cuestionamiento implícito a la idea de necesidad histórica y su tendencia
           a imponer el predominio del pensamiento abstracto sobre la experiencia.
           Esta apuesta guevarista es la que usualmente se juzga como “voluntarista”
           (o “subjetivista”, o “sacrificial”, o “aventurera”) y escasamente materialista.
           No abarcan el horizonte más ancho y profundo del guevarismo quienes
           incurren en simplificaciones belicistas y lo reducen al manual de La guerra
           de guerrillas de 1959.
              El fondo epistemológico de este juicio propone una contraposición abso-
           luta entre la voluntad y el conocimiento, entre la acción y la necesidad histó-
           rica. ¿Pero acaso el punto de vista “rigurosamente materialista” no ha condu-
           cido y conduce al fatalismo? ¿Habrá que resignarse a la vieja idea que establece
           que el socialismo es inviable en formaciones económico sociales periféricas,
           atrasadas, deformadas por siglos de opresión y colonialismo? ¿Son necesarios
           determinados niveles de desarrollo económico; o sea: de desarrollo capitalista
           y de desarrollo del “soporte” clase obrera para plantearse la posibilidad del
           socialismo? ¿El socialismo, nuestro socialismo, está condenado de antemano
           a ser “prematuro”? ¿Es imprescindible la simultaneidad del proceso socialista
           en países “avanzados” para que este pueda consolidarse internacionalmente sin
           degenerarse? ¿O acaso ese tipo de procesos no está irremediablemente signado
           por una asincronía relativa?

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