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Miguel Mazzeo - Marx populi
Mi guel M azzeo - M ar x po puli
interioridad respecto de los procesos populares. La teoría bien cerca del sujeto
revolucionario y sus acciones, la teoría dispuesta a desarrollar niveles de orga-
nicidad crecientes. De este modo, para el Che la praxis funcionaba como un
criterio de verdad y era llamada a resolver las contradicciones en el plano de la
teoría y a ampliar los horizontes de esta última. ¿Existen otros criterios posi-
bles? Por supuesto que sí, aunque muchos de ellos pequen de formalismo. Y
no es conveniente olvidar que en materia de política emancipatoria no sirve de
mucho “tener razón” en soledad.
En El socialismo y el hombre en Cuba, el Che planteaba que el “escolas-
ticismo” iba en contra del desarrollo del marxismo al tiempo que cuestio-
naba el proceso de conversión del marxismo en ideología. Fiel a las mejores
tradiciones del marxismo, tendía a resaltar la contradicción entre ideo-
logía y conciencia de clase. En la misma línea están sus críticas al Manual
de Economía Política, editado por la Academia de Ciencias de la Unión
Soviética.
Pero, además, el Che no entronizaba un sujeto omnipotente y no
asumía posiciones finalistas. Jamás se sentó a esperar la intervención de
algún principio de complexión teleológica; confiaba más en la lucha que
en las soluciones de la negación y defendió aquellos espacios de la praxis
humana no determinados unilateralmente por las condiciones objetivas.
Podemos identificar en el Che una especie de rebelión contra el pensa-
miento reductivo característico del marxismo dogmático, junto con un
cuestionamiento implícito a la idea de necesidad histórica y su tendencia
a imponer el predominio del pensamiento abstracto sobre la experiencia.
Esta apuesta guevarista es la que usualmente se juzga como “voluntarista”
(o “subjetivista”, o “sacrificial”, o “aventurera”) y escasamente materialista.
No abarcan el horizonte más ancho y profundo del guevarismo quienes
incurren en simplificaciones belicistas y lo reducen al manual de La guerra
de guerrillas de 1959.
El fondo epistemológico de este juicio propone una contraposición abso-
luta entre la voluntad y el conocimiento, entre la acción y la necesidad histó-
rica. ¿Pero acaso el punto de vista “rigurosamente materialista” no ha condu-
cido y conduce al fatalismo? ¿Habrá que resignarse a la vieja idea que establece
que el socialismo es inviable en formaciones económico sociales periféricas,
atrasadas, deformadas por siglos de opresión y colonialismo? ¿Son necesarios
determinados niveles de desarrollo económico; o sea: de desarrollo capitalista
y de desarrollo del “soporte” clase obrera para plantearse la posibilidad del
socialismo? ¿El socialismo, nuestro socialismo, está condenado de antemano
a ser “prematuro”? ¿Es imprescindible la simultaneidad del proceso socialista
en países “avanzados” para que este pueda consolidarse internacionalmente sin
degenerarse? ¿O acaso ese tipo de procesos no está irremediablemente signado
por una asincronía relativa?
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