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Miguel Mazzeo - Marx populi
Mi guel M azzeo - M ar x po puli
Luego, tenemos algunas dudas respecto de la “funcionalidad” de esa “riqueza
material y espiritual” en relación con el socialismo. Nosotros y nosotras creemos
que el socialismo se corresponde con concepciones de la riqueza social radi-
calmente diferentes a las del capitalismo. Una riqueza que, por supuesto, no
puede basarse en una clase desposeída y productora de plusvalía; una riqueza
que está más emparentada a la posesión de “tiempo libre” que a la producción
y al consumo inf nito de mercancías.
¿Por qué será que hasta las manifestaciones más lúcidas del marxismo actual
tienden a negar la capacidad de agencia de los sujetos subalternos en general
y de los subalternos periféricos en particular? ¿Por qué será que una y otra vez
alguien se encarga de reactualizar aquellas páginas en las que Marx se mani-
festó menos dialéctico (o donde la dialéctica se confunde con el simple enlace
de causa-efecto)? ¿Por qué esos desmembramientos del marxismo no son
desconsiderados de inmediato y siguen siendo capaces de generar alguna aten-
ción? ¿Por qué será que bajo formatos más sof sticados cada tanto se reescribe
algún pasaje del manual de Bujarin o se reeditan los planteos del “marxismo
legal”? Nuevamente, no podemos dejar de ver un efecto de la crisis política
del marxismo, de su desarraigo respecto de las luchas populares y las ceremo-
nias colectivas, de su occidentalismo constitutivo, de su academicismo auto-
referencial y su rigidez teórica, que restringe sus posibilidades de adaptarse a
distintas realidades; como le pasó a Plejanov, gran teórico del marxismo deve-
nido en aliado de burguesía y contrarevolucionario.
Nosotros y nosotras preferimos pensar la transición al socialismo a partir
del desarrollo de los procesos de autodeterminación. La generalización de estos
procesos, con su cuota indispensable de invención, con sus formas políticas
específ cas y originales, será la única forma de suplir las falencias materiales (y
las otras) de la fase presocialista. Sobre estos procesos no abundan las previ-
siones teóricas. Y tampoco sirven demasiado. Desarrollaremos la cuestión de la
autodeterminación más adelante.
Creemos que, junto con el reconocimiento de las dif cultades más
evidentes y de los fracasos más rotundos de los procesos revolucionarios radi-
cales que intentaron la construcción del socialismo desde alguna periferia
(todos, absolutamente, lo hicieron o lo hacen desde ese tipo de orillas), hay
que tener en cuenta que el “materialismo riguroso”, exento de los desvaríos
del voluntarismo, ha promovido y promueve, directa o indirectamente, tanto
las visiones etapistas y gradualistas como los proyectos reformistas, al tiempo
que fetichiza las instituciones y mecanismos de la democracia convencional.
¿Acaso en la periferia estas visiones y estos proyectos tienen un acumulado
de logros para exhibir? Si se trata de cambiar el mundo, no se puede pres-
cindir de la voluntad, la identidad, el sentido humano y la subjetividad (que
también son parte de “la historia”). Entonces: conocimiento y voluntad.
Que es como decir: conocer los condicionamientos y apelar a la acción para
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