Page 123 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
                                 Mi guel M azzeo -  M ar x po puli

           Luego, tenemos algunas dudas respecto de la “funcionalidad” de esa “riqueza
           material y espiritual” en relación con el socialismo. Nosotros y nosotras creemos
           que el socialismo se corresponde con concepciones de la riqueza social radi-
           calmente diferentes a las del capitalismo. Una riqueza que, por supuesto, no
           puede basarse en una clase desposeída y productora de plusvalía; una riqueza
           que está más emparentada a la posesión de “tiempo libre” que a la producción
           y al consumo inf nito de mercancías.
              ¿Por qué será que hasta las manifestaciones más lúcidas del marxismo actual
           tienden a negar la capacidad de agencia de los sujetos subalternos en general
           y de los subalternos periféricos en particular? ¿Por qué será que una y otra vez
           alguien se encarga de reactualizar aquellas páginas en las que Marx se mani-
           festó menos dialéctico (o donde la dialéctica se confunde con el simple enlace
           de  causa-efecto)?  ¿Por  qué  esos  desmembramientos  del  marxismo  no  son
           desconsiderados de inmediato y siguen siendo capaces de generar alguna aten-
           ción? ¿Por qué será que bajo formatos más sof sticados cada tanto se reescribe
           algún pasaje del manual de Bujarin o se reeditan los planteos del “marxismo
           legal”? Nuevamente, no podemos dejar de ver un efecto de la crisis política
           del marxismo, de su desarraigo respecto de las luchas populares y las ceremo-
           nias colectivas, de su occidentalismo constitutivo, de su academicismo auto-
           referencial y su rigidez teórica, que restringe sus posibilidades de adaptarse a
           distintas realidades; como le pasó a Plejanov, gran teórico del marxismo deve-
           nido en aliado de burguesía y contrarevolucionario.
              Nosotros y nosotras preferimos pensar la transición al socialismo a partir
           del desarrollo de los procesos de autodeterminación. La generalización de estos
           procesos, con su cuota indispensable de invención, con sus formas políticas
           específ cas y originales, será la única forma de suplir las falencias materiales (y
           las otras) de la fase presocialista. Sobre estos procesos no abundan las previ-
           siones teóricas. Y tampoco sirven demasiado. Desarrollaremos la cuestión de la
           autodeterminación más adelante.
              Creemos  que,  junto  con  el  reconocimiento  de  las  dif cultades  más
           evidentes y de los fracasos más rotundos de los procesos revolucionarios radi-
           cales que intentaron la construcción del socialismo desde alguna periferia
           (todos, absolutamente, lo hicieron o lo hacen desde ese tipo de orillas), hay
           que tener en cuenta que el “materialismo riguroso”, exento de los desvaríos
           del voluntarismo, ha promovido y promueve, directa o indirectamente, tanto
           las visiones etapistas y gradualistas como los proyectos reformistas, al tiempo
           que fetichiza las instituciones y mecanismos de la democracia convencional.
           ¿Acaso en la periferia estas visiones y estos proyectos tienen un acumulado
           de logros para exhibir? Si se trata de cambiar el mundo, no se puede pres-
           cindir de la voluntad, la identidad, el sentido humano y la subjetividad (que
           también  son  parte  de  “la  historia”).  Entonces:  conocimiento  y  voluntad.
           Que es como decir: conocer los condicionamientos y apelar a la acción para

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