Page 127 - Marx Populi
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Mi guel M azzeo -  M ar x po puli
                                 Miguel Mazzeo - Marx populi

           acumulación capitalista en Europa occidental y que no consideraba allí el caso
           de Rusia y, en general, del mundo periférico o semiperiférico. Por lo tanto,
           Gramsci alertaba respecto de las lecturas descontextualizadas y acríticas de El
           Capital. Algo que el mismo Marx también se encargó de aclarar.
              Pero,  en  lo  fundamental,  consideramos  que  “contra  El  Capital”  debería
           leerse como “contra el orden de lo posible”, un posible en cuyas coordenadas
           también  está  inscripto  el  “dogma  revolucionario”;  contra  la  legalidad  del
           trayecto de la historia (de la historia homogénea del ser); contra el sentido
           históricamente garantizado; contra la implacabilidad de las leyes en el campo
           de las sociedades humanas y de la historia. Las revoluciones siempre son victo-
           rias contra el orden de lo “necesario”. Las revoluciones son las victorias de la
           praxis y las derrotas de la teleología.
              La fórmula “contra El Capital” también podría traducirse como un rechazo
           a la idea que establece que el “elemento pasivo” o “material” juega un papel
           fundamental en las revoluciones. La fórmula reconoce que ese elemento condi-
           ciona todo el proceso revolucionario, pero que no es una condición necesaria.
           El modo de producción capitalista no se dedica a preparar revoluciones. Estas
           dependen más de las luchas y las iniciativas políticas que impulsan determi-
           nadas fuerzas sociales. Si el capitalismo va generando en su desenvolvimiento
           algunas situaciones favorables para tal desenlace, es porque existe una voluntad
           revolucionaria capaz de ver en ellas un conjunto de “condiciones”. Sólo en
           este sentido cabe hablar de una “inscripción” de la revolución en el “orden de
           las cosas”. Conviene no evadirse de las zonas ambiguas del marxismo, de sus
           inconsistencias lógicas. Es necesario encararlas y ref exionar críticamente sobre
           ellas; por ejemplo, sobre las tareas que imponen unas condiciones materiales
           que llegan a su “madurez” y otras formulaciones que se contradicen con la
           opción por la praxis y la ética como criterios de distinción.
              Charles Wright Mills, en Listen Yankee. T e revolución in Cuba, un trabajo
           sobre la Revolución Cubana de principios de la década de 1960, decía que
           una revolución “es un camino para transformar la realidad y para transformar
           su def nición”. De este modo, presentaba a las revoluciones como “momentos
           de verdad”. Las revoluciones cambian los nombres de las cosas y, también, los
           modos de nombrar. Las revoluciones trastocan el tiempo y las palabras, alteran
           la narración histórica.
              Debemos asumir, de una buena vez, que las revoluciones no están obligadas
           a suceder; no son “necesarias”, en el sentido de que no surgen de la “esencia de
           los fenómenos”. La transformación del mundo no ocurrirá por la fuerza misma
           de los acontecimientos. Por eso, cuando suceden, suelen estar “f ojas de estadís-
           ticas”. Hace falta imaginación estratégica y destreza táctica.
              Gramsci, en su artículo “Un año de historia” –publicado en el periódico
           Il Grido del Popolo, el 16 de marzo de 1918– decía que “las fuerzas mecánicas

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