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La revolución contra El Capital
de Gramsci. Los bolcheviques llegaron a la mayoría a través de la táctica
revolucionaria y no a la inversa, tal como sugería Luxemburgo. Lenin no
se dejó seducir por el democratismo ingenuo que tenía a mano y que se le
presentaba como relativamente lógico. Apostó por la creación colectiva de
posibilidades no previstas, por la proliferación de los enunciados performa-
tivos: ¡Representación directa de los productores! ¡Todo el poder a los soviets!
¡Aprendamos de los comuneros la intrepidez revolucionaria! ¡Destruir la
maquinaria del Estado! ¡Expropiar a los expropiadores! ¡Saltearse la revo-
lución burguesa! y rebelarse al unísono contra la autocracia de los zares y
contra la democracia formal y parlamentaria... ¡Desatar la revolución en
Europa! e impulsar las rebeliones populares en territorios coloniales y semi-
coloniales. La revolución penetrando desde la periferia del sistema mundial,
asumiendo la forma de movimientos nacionales de liberación. Como diría
Jacques Ranciere, la igualdad asumida como punto de partida, no como meta
u objetivo por concretar a mediano o largo plazo. El sentido más recóndito
del concepto de vanguardia, tal vez el único aceptable y el más defendible,
anida siempre en la acción. No en la institución.
No por casualidad el líder más emblemático de la Revolución Rusa reco-
noció que el concepto hegeliano de universal concreto desataba en él la pasión
y el frenesí. Veía en el universal concreto una fórmula admirable cuya cifra
más recóndita y productiva radicaba en la posibilidad de pensar una totalidad
que diera cuenta de la riqueza de lo particular y lo específ co. Esa pasión y ese
frenesí por el universal concreto nos presentan al leninismo como la política
que identif ca y nombra en una fórmula a todas las contradicciones que coin-
ciden en una circunstancia histórica determinada.
Cuatro décadas después de la muerte de Lenin, en La revolución teórica de
Marx, Althusser propuso el concepto de “unidad de ruptura” para nombrar
al paradigma de Octubre de 1917; el paradigma leninista. De esta manera,
partiendo del marxismo, Lenin reforzó la idea que plantea la posibilidad de
avances revolucionarios a partir de caminos diferentes. Podría decirse que esta-
bleció el principio de la singularidad de las políticas emancipatorias. Luego,
el marxismo-leninismo no siempre consideró esta posibilidad, menos aún los
partidos marxistas-leninistas. Inclusive la desacreditaron reiteradas veces, cali-
f cándola como una “desviación revisionista”.
Entonces, “contra El Capital” quiere decir, también, contra el evolucio-
nismo, contra los esquemas monistas; contra los procesos objetivos y los
sujetos automáticos, en provecho de unos sujetos responsables y conscientes o,
simplemente: “deseantes”; en benef cio de la potencia arrolladora de los y las
de abajo, en favor de la excepcionalidad. Por supuesto, el sólo deseo no alcanza.
Está claro que los verdaderos avances históricos de los pueblos ocurren cuando
se combinan responsabilidad, conciencia y deseo.
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