Page 115 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
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Sólo cuando el marxismo atraviesa una experiencia de arraigos, fecunda-
ciones, encarnaciones, traducciones, decodif caciones, transmisiones, adap-
taciones, aperturas, mestizajes, recreaciones, desgarros, mutaciones, deformi-
dades (y no implantaciones forzosas); sólo cuando es re-escrito en las páginas
de unas historias, unas zonas culturales, unos ceremoniales y unas cosmovi-
siones y temporalidades ajenas a las que lo hicieron surgir; sólo cuando sale con
marcas, cicatrices, heridas y pestilencias (sin ahorros de unciones con sangre y
mierda); sólo cuando aprende otros lenguajes y puede pensar en otros sistemas
de lenguaje; en f n, cuando termina irreconocible (sí, irreconocible, por lo
menos en ciertas facetas), está en condiciones de aportar a la crítica radical
del orden existente y a su transformación de fondo, de inspirar los procesos de
autoconocimiento y autoconciencia respecto de la dignidad de las clases explo-
tadas y oprimidas, de ensanchar los horizontes de los y las de abajo, haciendo
que pierdan el respeto a la propiedad privada, a la disciplina capitalista y a
cualquier forma de dominación. Así, la teoría, alcanzando a los hombres y a
las mujeres, puede llegar a convertirse en fuerza material. “El propio educador
necesita ser educado”, decía Marx en la tercera Tesis sobre Feuerbach de 1845. La
af rmación leninista que plantea que “el marxismo es todopoderoso porque es
verdad” puede tener valor como hipótesis, no como axioma.
Recurriendo a terminología del Marx de los Manuscritos de 1844, podemos
af rmar que los modos de implantación pueden asimilarse a la idea absorción/
transubstanciación; es decir, remiten a un proceso de transformación total
respetuoso del principio de conservación. Sin destrucción de la realidad. De
ahí la relación entre transubstanciación y advenimiento del humanismo prác-
tico y positivo. Luego, los modos de implementación son históricos, por lo
tanto, no están dados de una vez y para siempre. El marxismo no puede dejar
de reconstruirse como una cultura que admite la incorporación.
Los riesgos más grandes están presentes en todos los procesos de implan-
tación del marxismo. No existen garantías de éxito frente a la ideología de
la clase dominante (que es la ideología dominante), frente al oscurantismo
y los fetiches de la burguesía. Desde otro ángulo, tampoco existen garantías
de contrarrestar las fuertes tendencias a la autonomización de las formas de
dominación propiciadas por algunas expresiones del pensamiento crítico que
esencializan la diversidad. Pero cuando el marxismo logra “prender” en “cepas”
diversas (y salvajes), da siempre frutos emancipadores.
Esto que decimos respecto de los modos de implantación del marxismo se
puede aplicar al caso histórico de los modos de implantación del liberalismo
democrático de f nes del siglo xviii e inicios del siglo xix en Nuestra América.
La f gura de Jean Jacques Rousseau es, sin dudas, la más emblemática, entre
otras cosas porque supo establecer un vínculo estrecho entre la idea de soberanía
y las clases populares. Los modos más eminentes de esta última implantación se
pueden sintetizar en las f guras de Túpac Amaru, José Artigas, Juana Azurduy,
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