Page 113 - Marx Populi
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Mi guel M azzeo -  M ar x po puli
                                 Miguel Mazzeo - Marx populi

              Porque el marxismo, si sale indemne e impoluto después de hundirse en
           las historias nacionales, en los sentimientos patrióticos de quienes padecieron
           y padecen la experiencia del colonialismo y el imperialismo, en las memo-
           rias militantes, en las identidades populares, en las tradiciones obreras, en las
           pasiones comunes, en las formas comunitarias de la vida social, en las culturas
           libertarias, en los diversos sistemas de denuncia, en los diferentes pensamientos
           críticos (principalmente los de Nuestra América), en el amor o el odio de clase,
           entre otras aguas o lodazales; es probable que no sirva para nada. El marxismo
           no le sirve a la realidad si no la transforma y si no se transforma a sí mismo para
           seguir transformándola. No sirve si no activa y desarrolla la capacidad resistente
           y/o la potencia emancipatoria contenida en las diversas particularidades, sobre
           todo en las particularidades subalternas, oprimidas y plebeyas. No sirve si no
           conecta pensamientos críticos con cuerpos plebeyos. No sirve si no instituye
           un nosotros y un nosotras emancipador. No sirve si no ayuda a entender y vivir
           las luchas de los y las de abajo. No sirve si no intimida a las clases dominantes.
           El marxismo, para devenir “amor ef caz” (en términos de la fórmula de Camilo
           Torres) necesariamente tiene que apoderarse –y nutrirse– de las verdades que
           habitan en sus entornos y condiciones.
              Las instancias de hibridación, de mimetismo, devienen estratégicas para
           que  el  marxismo  desarrolle  su  potencial  transformador.  Porque  se  trata  de
           instancias más cercanas a la praxis que las exégesis. O, en todo caso, cercanas a
           las exégesis que están condicionadas por la praxis.
              Entonces, de sus inmersiones, el marxismo puede salir entero, coherente,
           fragante,  desinfectado,  impecable  como  un  teorema,  consistente  como  un
           dogma,  coagulado  en  una  doctrina.  Puede  conservar  su  sistema  simbólico
           virgen  e  inmaculado,  igualmente  su  sintaxis,  su  fonética  y  su  léxico.  Pero,
           probablemente, pagará el costo de la infertilidad y la letra muerta. No hará
           posible el surgimiento de nuevas signif caciones. No producirá nada nuevo en
           materia emancipatoria. Y así, los y las marxistas, con su saber inodoro, incoloro
           e insípido, podrán rozar el goce como modo des-subjetivizante de relación con
           los otros y las otras, pero desconocerán la experiencia del placer y la felicidad.
              El marxismo sólo sirve cuando deviene relación intersubjetiva y praxis crea-
           dora de nuevas realidades. Seguramente en ese devenir se alterará el punto de
           partida. En esa alteración se concentran sus potencialidades transformadoras,
           allí anidan las claves de su ef cacia. No conviene ver en ella un “desvío”. Sólo
           amando a los otros y a las otras los y las marxistas recuperarán el amor propio
           perdido, saldrán de la melancolía y el deseo dejará de ser frustración o impo-
           tencia. De lo contrario, el marxismo devendrá (como ya ocurrió) un instru-
           mento más del sadismo político.
              El marxismo sólo sirve cuando asume y transforma y cuando es asumido y
           transformado; cuando está en condiciones de reconf gurar y de ser reconf gurado;

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