Page 112 - Marx Populi
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9- Sobre los modos de implantación
                                                       del marxismo




              En este capítulo, a modo de estrategia explicativa, vamos a recurrir a una
           cierta “antropomorf zación” de los conceptos, pero conviene aclarar que, en
           mayor o en menor medida, todos encierran un nivel teórico que puede dedu-
           cirse sin mayores esfuerzos interpretativos.
              En primer lugar, hablamos de marxismo anormal y no anómalo. Lo anormal
           es lo que se sustrae a la norma y la regla, un caso que se aleja de la uniformidad
           reconocida, de ahí una estadística signada por la baja ocurrencia. Lo anormal es
           lo “raro”, lo “disfuncional”. También lo que no encaja en ninguna clasif cación
           o que, directamente, repudia toda clasif cación y toda manía clasif catoria. Lo
           anormal es lo inconsistente que emana del movimiento. Es lo desproporcionado,
           lo descabellado, lo oblicuo, lo desaforado. Una anomalía es una situación o un
           elemento que se aparta del modelo uniforme, que contraviene las previsiones del
           modelo pero que, en última instancia, se puede ver como una derivación.
              El marxismo, para nutrir la que Jean Genet denominaba “embriaguez pavo-
           rosa” de las revoluciones, no sólo tuvo que dar cuenta de lo anormal, sino que
           también tuvo que hacerse anormal, rechazar la normativización y subvertir la
           normalidad. Tuvo que volverse anormal para no ser mimético, disciplinado y
           disciplinador. Para no colocarle un chaleco de fuerza a las fuerzas revolucionarias y
           a todo lo que obraba en el sentido de una ruptura radical con el orden dominante
           y opresor. Tuvo que recrearse como anormal para poner en evidencia que lo oculto
           era lo obvio. Nutrir la “embriaguez pavorosa” de las revoluciones no es otra cosa
           que “devenir fuerza material”, “penetrar en las masas” y hacer “demostraciones ad
           hominen”, como decía Marx en la Crítica de la f losofía del derecho de Hegel.

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