Page 107 - Marx Populi
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Mi guel M azzeo -  M ar x po puli
                                 Miguel Mazzeo - Marx populi

           sentidos (muchos, por cierto) el marxismo puede ser designado como una f lo-
           sofía. Por ejemplo: es f losofía en su combate contra la moderna sofística, es
           f losofía en tanto se constituye en un espacio de sistematización de verdades.
           Claro está, es una f losofía siempre inconclusa.
              Tomando algunas ideas de Gilles Deleuze y Alain Badiou, se puede hablar
           del marxismo como antif losofía en tanto que sus procedimientos están más
           cerca de la ciencia, el arte, la política y el amor, cuya existencia suele preceder
           a la f losofía. De hecho, le sirven como condiciones. En un sentido similar,
           podríamos hablar del marxismo como una antisociología.
              En  realidad,  a  Marx  no  le  interesaban  las  “disciplinas”  tanto  como  la
           “sabiduría” en general y un conjunto de problemas centrales. Él pretendía
           disolver  la  f losofía  (y  la  sociología)  en  aras  de  un  proyecto  basado  en  la
           restauración  de  la  unidad  del  conocimiento.  Una  forma  de  hacer  que  el
           pensamiento se vuelva cada vez más def nido. En buena medida, esa unidad
           del conocimiento, ese pensamiento que gana en concreción, constituían para
           Marx el antídoto más adecuado para conocer/transformar la unidad estruc-
           tural propia del sistema capitalista. El proyecto gnoseológico no se puede
           escindir del proyecto político, la comprensión de la autoemancipación. De
           este modo, Marx fundó un relato dialéctico: análisis, pensamiento, crítica,
           axiología, acción. Creó algo muy parecido a una posf losofía. Y aquí creemos
           que sí corresponde utilizar el pref jo “pos”.
              En rigor de verdad, en Marx se puede identif car una tendencia a rechazar
           las formalizaciones y las especulaciones. Él nunca presentó al materialismo
           (histórico) como f losofía de la historia. Ahora bien, esta antif losofía o esta
           posf losofía,  este  ímpetu  antimetafísico,  no  implican  una  opción  a  favor
           de las ciencias empíricas. No tienen nada que ver con la desconf anza o el
           repudio positivista de la f losofía, característicos de muchos marxistas, inclu-
           yendo a Engels.
              Sostenemos, entonces, que el marxismo es una antif losofía histórica, una
           verdadera weltanschauung (visión totalizante de la realidad, un paradigma)
           que contiene una formidable analítica del sistema capitalista (sí, una ciencia
           muy valiosa, desplegada principalmente en El Capital) y un proyecto social
           basado en la erradicación de toda forma de opresión y en el respeto de la
           dignidad humana.
              Lefebvre,  que  definía  al  marxismo  como  la  concepción  del  mundo
           que se superaba a sí misma, decía que el marxismo se había convertido
           en filosofía sólo deformándose e institucionalizándose. Sartre hablaba del
           marxismo  como  filosofía  devenida  mundo  (devenue  monde);  o  sea,  que
           ya había dejado de ser filosofía, se había transformado o, si se quiere, se
           había “superado”. Marcuse decía que los conceptos filosóficos en la teoría
           marxista eran categorías sociales y económicas. Podríamos agregar una larga

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