Page 106 - Marx Populi
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Elogio de la anormalidad
marxismo? Ese inmanentismo es el que lo delinea como un humanismo
práctico y positivo, radical y absoluto.
Es evidente que el marxismo, sobre todo el de Nuestra América, posee una
historia de diálogos inclusivos, de conexiones, de sintonía gruesa con procesos
de resistencia y lucha antisistémica y con experiencias de autogobierno
popular, de “socialismo práctico”, de “socialismo instintivo”, de “socialismo
por metamorfosis” o de “socialismo por metáfora”. Es una historia signada por
las opciones a favor de la simultaneidad y en contra de la sustitución y la manía
de inculcar verticalmente la conciencia de los antagonismos. Una historia que
nos muestra su desarrollo en contextos de insubordinación y que sirvió para
dar a luz nuevas prácticas y subjetividades indómitas que plantearon insignes
desafíos a la teoría. Una historia en la que aparece la decisión, tanto de personas
individuales como de colectivos, de afrontar lo concreto sin escabullirse por la
brecha del método o de las leyes abstractas y genéricas. Una historia que, prác-
ticamente, no ha sido escrita. Por ahora sólo contamos con algunos esbozos y
algunas aproximaciones indirectas.
De ningún modo conviene desechar esta historia en benef cio de una
supuesta pureza originaria. Quienes a lo largo de los años priorizaron la
conservación de la castidad del marxismo no hicieron más que apartarse
de “la historia” y convertir al marxismo en una f losofía ahistórica. Y el
marxismo, en sentido estricto, y omitiendo algunas apariencias, no es lo
primero y mucho menos lo segundo. En realidad es, como hemos seña-
lado, una antif losofía histórica, en tanto cuestionamiento al pensamiento
abstracto y especulativo exterior al mundo, crítica de lo realmente existente
y acontecido y apuesta-contribución a su superación práctica. La crítica y la
apuesta-contribución constituyen la antítesis de la representación sistemática
y relegan las cuestiones gnoseológicas a un discreto segundo plano o, direc-
tamente, ni las consideran. Marx no se preguntó por el ser en cuanto ser, por
el ser en sí, sin sustancia y sin materia. Su punto de partida fue la “actividad”
de los hombres y las mujeres. Desechó los métodos especulativos y pref rió
los métodos históricos y sociogenéticos. Teorizó sobre la praxis, no le rindió
culto a los conceptos.
Hablamos del marxismo como antif losofía en un sentido muy específ co.
En su Crítica de la f losofía del derecho de Hegel, Marx propone una respuesta
materialista a la pregunta principal de la f losofía. Esa respuesta constituye
una ruptura radical con el idealismo, entre otras cosas porque Marx la fundó
en la praxis y no en la teoría. Entonces, en esa respuesta muchos han detec-
tado una refutación de la f losofía que, por otra parte, Hegel supuestamente
había clausurado en su propuesta de conciliación entre el pensamiento y la
realidad. Según algunas posturas, esta condición de antif lósofo, acercaría a
Marx a Friedrich Nietzsche o a Søren Kierkegaard, entre otros. Pero lo cierto es
que Marx también es muy diferente a estos últimos. Por supuesto, desde otros
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