Page 103 - Marx Populi
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Miguel Mazzeo - Marx populi
Mi guel M azzeo - M ar x po puli
Pero al marxismo le ha costado aceptar la imperfección, en diversos planos,
y pocas veces está dispuesto a habitar las mediaciones que identif ca y denuncia.
Habitarlas revolucionariamente, asumiendo como punto de partida tanto su
propio carácter incompleto e ignorante, como los momentos de verdad que
pueden contener esas mediaciones. Ese es un camino que conduce a las síntesis
signif cativas. Habitarlas revolucionariamente para producir un exceso (lo
nuevo) a partir de lo que es y está. El marxismo, por lo general, ha preferido el
abolicionismo y unos ejercicios directos inviables.
Muchas veces el marxismo, impregnado de la racionalidad dominante,
tendió a dejar de lado, o ignoró y hasta negó deliberadamente un conjunto
de realidades humanas, discontinuas, heterogéneas, que colisionaban con esa
racionalidad. Así, hubo marxistas que pref rieron evitar algunas dimensiones
vinculadas a lo onírico y a los sentimientos, a la sexualidad y al inconsciente,
a la magia, el arte, los mitos y la religión. Dimensiones que, en ocasiones,
estaban directamente vinculadas a una “economía” moral y emocional de las
clases subalternas y oprimidas, a un saber estratégico de carácter plebeyo y
perspectiva emancipadora. No estamos hablando precisamente de las recupe-
raciones “académicas” de estas dimensiones, que, por cierto, no han faltado
en la segunda mitad del siglo xx y que han constituido aportes fundamen-
tales; por ejemplo, el caso de la Escuela de Frankfurt y de la Teoría Crítica.
Estamos hablando de la falta de recuperaciones “políticas”. En lugar de
centrarse en las imposiciones del poder (y en la situación planteada por las
relaciones de fuerzas), estos y estas marxistas buscaron presuntas falencias en
el “sujeto cognoscente”.
La identif cación de realidades incompletas, desquiciadas, desarticuladas,
abigarradas y desiguales (ora combinadas, ora desarticuladas) remite a unas
def niciones que sólo adquieren sentido ante la idea de “lo normal”, ante
unos modos dominantes de subjetivación. Queda claro que la “anormalidad”
alude a una normatividad y a unos patrones valorativos hegemónicos, a unos
modelos normalizadores que perpetran exclusiones, y también a las visiones
más colonizadas. Sólo desde estas pref guraciones teóricas cabe hablar de
“anormalidad”.
Como se suele decir, para los y las que intentamos pensar y hacer desde este
lado del mundo y con los pies en la tierra, el realismo mágico es simplemente
realismo; claro está, se trata de un tipo de realismo no dogmático y crítico,
por lo tanto, no apto para las adaptaciones al orden capitalista. Entonces, no
debería verse en esta af rmación ninguna concesión al idealismo, ninguna
preferencia por las evasiones hacia lo ilusorio e irreal, ninguna búsqueda de
consuelos. El surrealismo es para nosotros y nosotras un subgénero realista.
Porque hay realidad material y realidad no material, porque la actividad
humana concreta puede ser tanto un hecho empírico cuantif cable como una
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