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72 earle Herrera



                 que de él nace,
                 lo ata a la tierra:
                 semilla oscura que alimenta
                 su más fúlgida espiga de futuro .
                                              65
                Son las tempestades que sacuden el alma del prócer. Se sabe grande

             pero se sabe mortal. No es un semidiós como el Aquiles homérico. Está
             atado a la tierra por lo que le piden sus pueblos, las naciones liberadas
             por su espada. Aquí la imagen de la «fúlgida espiga de futuro» recuer-
             da la «espiga sembrada en Carabobo» de César Rengifo, coincidencia
             creadora del poeta y el dramaturgo. Esa espiga, lo sabe el héroe, una
             vez ganada la batalla, requiere atención, cuido y riego. Quizás mayores
             sacrificios. La victoria exalta al héroe, su administración compromete al

             líder, al hombre, al conductor de pueblos. Carabobo debe construirse
             día a día. No solo eso. Las victorias desatan las pasiones y, no pocas
             veces, ofuscan las razones. Para encauzarlas, está el líder.
                 Tal vez por ello surge
                 Bolívar
                 sobre el monte
                 —cumbre espiritual—,
                 que domina su existencia,
                 y entre hombres,
                 que con él triunfaron,
                 o a su lado cayeron,
                 más solo que nunca,
                 y como hundida la mirada
                 que supo ver la vida rumorosa
                 y la hora taciturna
                 en el hondo infinito de sí mismo.



             [65]_ Idem.
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