Page 28 - David contra Goliat
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Colección
                                                            Herederos de Bolívar

       el cuidado de sus caballos. Vuelto a su cuarto, leía hasta las nueve, hora
       en que se servía el almuerzo. Acabado éste, recibía los informes del minis-
       tro de Guerra, de su secretario privado y del jefe de Estado Mayor. Oíalos
       paseándose en el cuarto, o sentado en la hamaca, de la que se levantaba
       repentinamente cada vez que alguno de aquellos informes le causaba sor-
       presa o llamaba su atención” […] “Sus lecturas preferidas estaban referidas
       a la historia y la política, si bien amaba la buena literatura en general de la
       que tenía una predilección muy especial por la poesía” […] “Bolívar tenía
       la frente alta, pero no muy ancha, y surcada de arrugas desde temprana
       edad, indicio de pensador. Pobladas y bien formadas las cejas. Los ojos ne-
       gros, vivos y penetrantes. La nariz larga y perfecta: tuvo en ella un pequeño
       lobanillo que le preocupó mucho, hasta que desapareció en 1820, dejando
       una señal casi imperceptible. Los pómulos salientes; las mejillas hundidas,
       desde que le conocí en 1818. La boca fea y los labios algo gruesos. La dis-
       tancia de la nariz a la boca era notable. Los dientes blancos, uniformes y
       bellísimos, cuidábalos con esmero. Las orejas grandes, pero bien puestas.
       El pelo negro, fino y crespo; lo llevaba largo en los años de 1818 a 1821,
       en que empezó a encanecer, y desde entonces lo usó corto. Las patillas y
       los bigotes rubios; se los afeitó por primera vez en el Potosí, en 1825. Su
       estatura era de cinco pies, seis pulgadas inglesas. Tenía el pecho angosto;
       el cuerpo delgado, las piernas sobre todo. La piel morena y algo áspera. Las
       manos y los pies pequeños y bien formados. Su aspecto, cuando estaba
       de buen humor, era apacible, pero terrible, cuando irritado; el cambio era
       increíble”.


          Continúa O’Leary: “Bolívar tenía siempre buen apetito, pero sabía su-
       frir hambre como nadie. Aunque grande apreciador y conocedor de la bue-
       na cocina, comía con gusto los sencillos y primitivos manjares del llanero o
       del indio. Era muy sobrio; […] ni en la época en que más vino tomaba nunca
       le vi beber más de cuatro copas de aquél o dos de éste” […] “Hacia mucho
       ejercicio. No he conocido a nadie que soportase como él las fatigas. Des-

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