Page 22 - Bolívar como político y reformador social
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Colección
                                                            Herederos de Bolívar



       toria de Carabobo. De manera que con aquel rechazo de los propósitos boli-
       varianos parecían ratificar los congresistas que, por muy alto que hubiera su-
       bido el prestigio de Bolívar, no los cohibía para juzgarlo a él y a sus proyectos.
          Más graves fueron otros sucesos que ocurrieron en aquel mismo año de
       1819, durante la prodigiosa campaña en la cual Bolívar tramontó Los Andes
       para triunfar en Boyacá. Algunos congresistas se lanzaron contra él, a pre-
       texto de que no había consultado al Congreso su expedición sobre la Nueva
       Granada, y aunque esta pretensión era absurda, puesto que del secreto de
       aquella empresa dependía su éxito, varios militares uniéronse a los políticos
       intrigantes, obligaron al doctor Zea a renunciar a la vicepresidencia, y lo sus-
       tituyeron por el general Arismendi… que estaba preso por una sublevación
       reciente. Inmediatamente Arismendi se adjudicó la autoridad y el título de
       capitán general y, entre otras precipitadas medidas, tomó la de arrebatar a
       Bermúdez el mando del ejército de Oriente, para confiárselo a Mariño. En
       resumen, una vez más, completa anarquía militar y política: si se hubieran de-
       rrumbado detrás de él aquellas montañas que acababa de escalar, no hubiera
       sido más desesperada la situación de Bolívar.
          En 1824, hallándose el Libertador en el Perú, tuvo que sufrir nuevos em-
       bates de aquel espíritu divisionista que a veces no vacilaba en arriesgar la
       propia suerte de la patria.
          Estaba entonces en su mayor esplendor la Gran Colombia, creada median-
       te la unión de Venezuela, Nueva Granada y la actual República del Ecuador.
          Pero algunos políticos de la capital –que era entonces Bogotá– no habían
       visto con buenos ojos la expedición de Bolívar para libertar al Perú, y alega-
       ban dos razones que no dejaban de ser valiosas: una, que Colombia había
       quedado despoblada y en extrema miseria, por lo cual no podían exigírsele
       nuevos sacrificios en hombres y en dinero; y la otra, que ella misma estaba
       amenazada por el triunfo de la Santa Alianza y del absolutismo en Europa
       y, además, porque en la propia Venezuela habían persistido hasta fines de
       1823 considerables fuerzas realistas que intentaban la reconquista.
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