Page 43 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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de la población. Sin embargo, ¿se ha hecho un trabajo efectivo por
              organizar a los pueblos? ¿Los sectores populares son protagonis-
              tas de las políticas de gobiernos o meros beneficiarios de progra-
              mas de carácter asistencialista y no de carácter emancipatorio de
              combate a la pobreza? ¿Cómo tratan los gobiernos democráticos
              populares de América Latina a los sectores de la población que
              se beneficiaron de las políticas sociales? ¿Existe un compromiso
              de intensa alfabetización política de la población o se difunde una
              mentalidad consumista?
                Es innegable que el nivel de exclusión y miseria causado por el
              neoliberalismo  exige  medidas  urgentes  que  no  se  queden  en  el
              mero asistencialismo. Sin embargo, ese asistencialismo se restrin-
              ge al acceso a beneficios personales (bonos financieros, escuela,
              atención médica, facilidad de crédito, exención de impuestos a
              productos básicos, etc.), sin que haya complementación con los
              procesos pedagógicos de formación y organización política.
                Se crearon, de esa forma, reductos electorales sin la adhesión a
              un proyecto político alternativo al capitalismo. Se dan beneficios sin
              generar esperanza. Se promueve el acceso al consumo sin favorecer
              el surgimiento de nuevos protagonistas sociales y políticos. Y lo más
              grave: no se percibe que, en medio del actual sistema consumista,
              cuyas mercaderías reciclables están impregnadas del fetiche que va-
              loriza al consumidor y no al ciudadano, el capitalismo posneoliberal
              introduce “valores” como la competitividad y la mercantilización de
              todos los aspectos de la vida y la naturaleza, reforzando el individua-
              lismo y el conservadurismo.
                Nuestros gobiernos progresistas, en sus múltiples contradicciones,
              critican el capitalismo financiero y, al mismo tiempo, promueven la
              bancarización de los segmentos más pobres, a través de tarjetas de
              acceso al beneficio monetario, a pensiones y salarios, y dan facilida-
              des de crédito a pesar de la dificultad de enfrentarse a los intereses
              y de saldar las deudas.
                El peligro es fortalecer en el imaginario social la idea de que el
              capitalismo es eterno (“el fin de la historia” proclamado por Francis
              Fukuyama), y que sin él no puede haber proceso verdaderamente
              democrático y civilizatorio. Eso significa demonizar y excluir, incluso
              por la fuerza, a todos los que no acepten esa “obviedad”, que son
              considerados  terroristas,  enemigos de la democracia,  subversivos
              o fundamentalistas. Esa lógica es reforzada cuando, en campañas
              electorales, los candidatos de izquierda hacen guiños, con énfasis, a
              la confianza de los mercados, a la atracción de inversiones extranje-


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