Page 24 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
P. 24
porque estos son de resorte exclusivo de la Reserva Federal de Esta-
dos Unidos y el gobierno de ese país. Estos dos factores, la debilidad
estructural de la economía ecuatoriana y la carencia de una moneda
nacional, explican la falta de un impulso más decidido para avanzar
por la senda de las transformaciones estructurales. Bolivia es un caso
parecido, aunque sin el talón de Aquiles que significa la carencia de
moneda propia. Pero las políticas de promoción de sectores de pro-
piedad social y cooperativa a cargo de los movimientos sociales termi-
naron en gran medida en un fracaso, reconocido por el propio gobier-
no. Es que no basta la transferencia de las empresas al control popular
para que aquellas funcionen eficientemente, y por eso la mayoría de
ellas tuvieron que ser re-estatizadas para salvarlas de la quiebra.
Venezuela constituye un caso especial, porque allí la guerra eco-
nómica desatada por el imperio adquirió una virulencia jamás vis-
ta. Por supuesto, no fue la única vez que Washington apeló a este
recurso. Lo hizo en Chile y en Nicaragua, pero en ninguno de es-
tos dos casos el ensañamiento de la Casa Blanca llegó a la criminal
desmesura alcanzada en Venezuela. Sobre este telón de fondo se
inscriben, acentuando los efectos devastadores de la guerra econó-
mica, errores de concepción y de implementación de la política eco-
nómica, a los cuales hay que agregar los efectos destructores de la
corrupción. Dejemos de lado la inanidad de los esfuerzos destinados
a atenuar el rentismo petrolero –tema que como vimos más arriba
implica nada menos que un cambio en la “matriz productiva”–, pero
obsérvense los yerros en otras políticas de impacto más inmediato
en la vida cotidiana como las políticas antiinflacionaria, monetaria y
comercial, que en su conjunto desataron una grave crisis de abaste-
cimiento que afecta a grandes sectores de la población y que convir-
tió el año 2016 en el momento más terrible de toda la gesta iniciada
a finales del siglo pasado. La derrota en las elecciones legislativas en
diciembre de 2015, en las que la oposición conquistó los dos tercios
de las bancas, es una expresión diáfana de ese descontento. Que,
nos apresuramos a aclarar, no significa que el electorado venezolano
vaya necesariamente a apoyar una opción antichavista en la próxima
elección presidencial. La insatisfacción con el momento actual, más
que evidente, no significa que exista un consenso para arrojar por la
borda los grandes avances que en materia social, cultural e institu-
cional se produjeron desde que Hugo Chávez asumió la presidencia.
Construir una nueva hegemonía político-cultural
En este breve ensayo no podemos dejar de mencionar un déficit de
suma importancia que afectó a las diversas variantes del progresis-
24