Page 22 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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pudieron ser muchos!– y tropezaron con enormes obstáculos. La
            resiliencia del capitalismo es formidable, pero aun así esas trans-
            formaciones dejaron una profunda huella no sólo en la economía
            sino también en la política y en la conciencia de los sujetos sociales.
             Por otra parte, el avance de los Consejos Comunales y Comunas
            en Venezuela estableció una relación de poder antagónica a la ló-
            gica del capital, y este no es un dato menor. Si bien estos no tuvie-
            ron un desarrollo tan impetuoso como lo anhelaba el presidente
            Chávez, lo cierto es que su presencia es un dato importante de la
            escena contemporánea venezolana. En tanto que la institucionali-
            zación de formas de propiedad e intervención económica basada
            en las tradiciones de los pueblos originarios, tal como ocurriera en
            Bolivia y Ecuador, es también contradictoria con las premisas del
            modo de producción capitalista. Fueron, y son, intentos parciales,
            incompletos, es cierto, pero aun así de singular importancia.
             En el Cono Sur, en cambio, este impulso progresista fue mucho
            más moderado. Pese al vigor del impulso re-estatizador del gobier-
            no de Cristina Fernández en Argentina, ausente en el caso de Brasil,
            ninguno de los gobiernos progresistas de esa parte de América La-
            tina se propuso otra cosa que refundar, sobre bases “serias y racio-
            nales”, el capitalismo, admitiendo la necesidad de una vigorosa po-
            lítica de inclusión social pero sin cuestionar, en ningún momento, la
            hegemonía del capital en el proceso de acumulación. Aquí no hubo
            atisbo alguno de avanzar hacia otra cosa que no fuese la profundiza-
            ción del capitalismo, cosa que efectivamente se hizo, pero tratando
            de que a lo largo de ese proceso adquiriese un “rostro humano”.
             En Argentina, el proyecto de abandonar al capitalismo nunca estu-
            vo en los planes del peronismo, en cualquiera de sus variantes, sea
            en el “peronismo clásico” de la década de 1940 y primera mitad de
            1950, en el retorno de Perón en 1973, durante la larga década mene-
            mista de 1989-1999, ni tampoco en los años del kirchnerismo. Otra
            historia, igualmente deprimente, es la del Partido de los Trabajadores
            (PT) en Brasil, que tenía en sus orígenes –como en buena manera
            también el Frente Amplio uruguayo– una propuesta anticapitalista
            que en ambos casos fue abandonada en aras del “posibilismo” o
            de un falso “realismo político”. Que esta fue una opción suicida lo
            demostró el curso posterior de los acontecimientos y la ilegal e ile-
            gítima defenestración de la presidenta Dilma Rousseff. Si en el caso
            del Uruguay esta actitud cautelosa es más comprensible debido a
            la debilidad relativa de su economía en el concierto mundial, esta
            justificación carece en absoluto de validez para el caso del Brasil,


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