Page 181 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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Tales políticas no han logrado frenar, sin embargo, el éxodo que su-
              fre El Salvador (hasta el 18 por ciento de la población del país) por
              los miles de migrantes que diariamente parten hacia Estados Unidos
              tratando de encontrar fuentes de trabajo dignas. Los sectores econó-
              micamente dominantes, por su parte, han transformado el envío de
              remesas de los migrantes en todo un “modelo de desarrollo”, que tie-
              ne como principal motor la exportación de fuerza de trabajo.
                Entre los logros que los gobiernos del FMLN reivindican están: en
              educación, más de un millón de niñas y niños beneficiados con la
              entrega gratuita de zapatos, uniformes, útiles escolares y alimentos.
              Disminución del analfabetismo de 14 a 12,2 por ciento. En salud, la
              reforma que permite más servicios de salud gratuitos y de mayor ca-
              lidad con la creación de los Equipos Comunitarios de Salud, la cons-
              trucción de cuatro importantes hospitales y la reducción de precios
              de las medicinas hasta en un 60 por ciento. En el ámbito económico,
              se otorgaron 37 mil títulos de propiedad a familias campesinas, se
              entregaron gratuitamente paquetes agrícolas a 375 mil productores y
              se financió la producción de granos básicos a las pequeñas empresas
              a través de la Banca Nacional de Desarrollo.


              Caminos y dilemas similares
              Evidentemente, los programas de gobierno del FSLN y el FMLN,
              y sus logros de gestión, se encuentran bastante lejos de las ambi-
              ciones utópicas de los heroicos años ochenta, cuando se pensaba,
              tal vez con voluntarismo, que se podría construir una sociedad ra-
              dicalmente distinta aunque se viviera, como Cuba, en una plaza
              sitiada. Pero los cambios en el panorama internacional durante la
              década de 1990, especialmente la disolución de la Unión Sovié-
              tica, dejaron a las fuerzas revolucionarias no sólo sin apoyo “de
              retaguardia” sino sin proyecto viable.
                Desde entonces hubo desilusiones, discusiones y reestructu-
              raciones que les dieron un baño de realidad. El resultado ha de-
              cepcionado  a muchos  y resignado  a otros  (especialmente  a  los
              intelectuales y a las clases medias, siempre insatisfechas y ambi-
              ciosas, puntillosas y oportunistas). Los pobres, que desafortunada-
              mente siguen siendo muchos en estos pequeños y pauperizados
              países, se conforman con programas que no cambian radicalmen-
              te su vida pero que, al menos, les hacen sentir que son objeto de
              cierta atención por parte del Estado.
                Pero entonces, ¿eran necesario, para llegar al poder, hacer
              tantas concesiones ideológicas y establecer alianzas con viejos


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