Page 152 - América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista
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nario que lo catapultó a la presidencia, a la que accedió luego de ser
el segundo candidato más votado (detrás del ex presidente Carlos
Menem) y superando apenas el 22 por ciento de los sufragios.
Recomposición económica, desmovilización social y politización
“desde arriba”
Tomando nota de su debilidad de origen, el nuevo presidente dio
muestras de una enorme iniciativa política, adoptando algunas me-
didas que despertaron la adhesión de amplios sectores sociales,
como la reforma de la Corte Suprema de Justicia y la anulación de
las leyes de impunidad que beneficiaban a los responsables de los
crímenes cometidos durante la última dictadura. Esta última me-
dida posibilitó la reapertura de los juicios a los genocidas, dando
lugar a un cambio radical en las políticas oficiales en relación a los
derechos humanos y haciendo que importantes referentes popula-
res (como Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de
Plaza de Mayo) brindaran al gobierno un apoyo decidido.
Algo similar ocurrió en el ámbito de las relaciones exteriores, don-
de muy tempranamente se advirtieron signos de independencia con
respecto a los Estados Unidos, en un contexto latinoamericano ca-
racterizado por el avance de gobiernos populares y antiimperialistas
que alcanzaría su punto más alto a fines de 2005, en Mar del Plata,
con el rechazo a la propuesta del ALCA impulsada por el entonces
presidente norteamericano George W. Bush.
Por otro lado, en el ámbito de una economía que tímidamente daba
muestras de recuperación, el nuevo gobierno optó por no innovar, ra-
tificando en líneas generales el rumbo de la gestión anterior y profun-
dizando incluso tanto el sesgo intervencionista como la alianza con los
grandes grupos económicos que se favorecieron con la devaluación.
Sobre los pilares de una formidable rentabilidad empresarial y un auge
exportador sólo comparable al de las primeras décadas del siglo xx, la
economía comenzó a crecer a tasas significativamente altas, lo que
dio lugar a un proceso de recuperación del empleo que implicó una
considerable mejora en los ingresos de las clases populares.
Sobre este trasfondo se adoptó una política muy activa en relación
a las organizaciones populares –en especial las de desocupados–,
que habían desempeñado un papel protagónico durante los últimos
años del neoliberalismo. Si por un lado se evitaba la represión abier-
ta, por el otro se desplegaban un conjunto de mecanismos tendientes
a subordinarlas y verticalizarlas. Todas las organizaciones piqueteras,
incluso las más combativas, fueron invitadas a sumarse a lo que ya el
gobierno denominaba su proyecto político. Los beneficios de acep-
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