Page 19 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
que a ellas les parecen guapísimos y a mamá y a mi abuela
cursilísimos, la recién llegada se llama María.
Con sus cinco letras y su voz ronquita ella trae el orden
al mundo y a mi primo Raúl, a los Nazoa. Él me estudia
desde los entretelones de su falda, con sus orejas de Dumbo
y sus ojos inteligentes y tristes, que mucho más tarde escru-
tarán los misteriosos bailes del átomo y los revoltijones de
tripas del magma, pero que ahora solo intentan entender
qué hace en este patio, con esta gente extraña y quién es
la gordita de trenzas hasta las rodillas que lo invita a jugar
mientras los susurros familiares desgranan la historia a nues-
tras espaldas… El recién viudo y la recién viuda se conocen
en un sitio lejano y caliente, y otra vez polvoriento y caliente
de los llanos, donde el poeta fue a visitar a su novia y la
novia le pide que acompañe de vuelta hasta la capital a su
muy hermosa y triste prima en duelo. Y el camino es tan
largo que a la mitad se enamoran y al llegar se casan.
Cuando yo digo el nombre de María, que es para mí
la voz del agua clara, es como si a los campos me asomara
con la mano de un niño entre la mía… María, Mariíta
lavó y almidonó a Tío con todo y traje de dril blanco, le
enderezó la espalda y espantó el susto de los techos del co-
medor. Abuela la amó rápidamente, por necesidad y por me-
recimiento, aunque Nena y su piano de marfil siguieron para
siempre viviendo en el bolsillo secreto que compartimos
con Aquiles unos pocos del clan familiar.
Con Mariíta, vía sus operáticos apellidos Laprea Si-
fontes, llegaron los espaguetis deliciosos, sustituyendo
para bien de todos el consabido mazacote que abuela Mi-
caela llamaba simplemente «pasta aliñada». También, algo
más tarde y en el mismo orden, mis hermanos-primos
Claudio, Mario y Sergio.
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